viernes, marzo 14, 2014

UN GOBIERNO SIN ARMONIA DE VALORES


Por Néstor A. Scamarone M.

La fortaleza de una sociedad moderna radica en la armonía que genera para compartir y practicar un conjunto de valores orientados por principios rectores. Los principios son conceptos fundamentales que rigen la conducta humana y los valores son la representación objetiva e instrumental de los principios.
Los principios, sin distingo de religiones, razas o culturas, son de aceptación universal. El respeto, la integridad, la honestidad, el honor, la justicia y la lealtad son reconocidos como la más poderosa fuente para desarrollar los códigos de conducta de las instituciones y de sus integrantes y para establecer los valores que les identifican.
Su práctica es producto de la educación y la aspiración de una sociedad, es convertirlos en un hábito cotidiano de sus ciudadanos. La prédica y la práctica permanente hacen el hábito, es por eso que es vital el ejemplo que deben de dar sus gobernantes para el funcionamiento del “Estado- Nación” y siempre será el mejor método y momento para inculcarlo. La prédica y el respeto en los dirigentes de un Gobierno, marcan el paso de los ciudadanos; sin embargo dejan de ser ejemplo cuando abusan de autoritarismo e indiferencia, cuando sus verdades se creen universales y se pasean pisoteando “las alfombras rojas de lo prohibido…”
Así mismo, en la  familia, en la iglesia, en la escuela y en la comunidad debe ser coherente y consistente, por ello el ejemplo que dan los padres, los maestros, los sacerdotes y los gobernantes son de meridiana importancia para el fortalecimiento de la sociedad y el respeto mutuo, ese que se está yendo del país a través de sus gobernates. Los jóvenes crecerán marcados por esa enseñanza y como bien decía un poeta: “Arbol que crece torcido nunca su rama endereza”.
Hoy día los peruanos nos sentimos agobiados y frustrados, observamos con pena y disgusto que los antivalores se apoderan de sus gobernantes y por ende de la sociedad. Nos asombra ver cómo el respeto por la vida, la gente y lo ajeno se diluye, cómo la integridad y la honestidad son pisoteadas por la manipulación y la corrupción, cómo el honor cede el paso al oportunismo y al aprovechamiento, cómo la justicia cede ante la defensa de intereses y cómo la lealtad es desplazada por el servilismo. La mayoría de la sociedad peruana lo repudia, allí el cambio fundamental que reclamamos hoy.
Queremos un Perú decente, que se presente digno y orgulloso frente al mundo, donde el progreso y la prosperidad sean el producto de un trabajo fecundo y honesto, inspirado en principios y valores compartidos sin exclusiones. Tenemos que comenzar por recuperar las buenas maneras de gobernar ya que cunde en la familia como el núcleo fundamental para el crecimiento de la sociedad. Son los padres los responsables de educar a sus hijos para la vida y no pueden hacerlo bien, si ven a sus gobernantes en la indisciplina del no respeto y el atropello. Tenemos que ingeniarnos mecanismos para cultivar en nuestros adolescentes el valor de la paternidad y la maternidad responsables, debemos propiciar el ambiente para que ellos constituyan hogares sanos e integrados. La Iglesia, la escuela y el Gobierno deben generar el ambiente para ello, y debemos exigir que los líderes, a todo nivel y en toda organización, den el ejemplo…
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