Haya de la Torre contemplando intranquilo la zona que rodea la embajada de Colombia, durante las primeras semanas de su asilo.
El 6 de abril de 2014 se han cumplido 60 años de un hecho fundamental y de gran trascendencia en la historia del Perú y de América Latina. El triunfo de una tenaz y ejemplar lucha política en defensa del derecho de asilo protagonizada por Víctor Raúl Haya de la Torre, que cubrió un período de cinco años, tres meses y tres días, entre el 3 de enero de 1949 y el 6 de abril de 1954.
Hagamos una breve rememoración. Luego de las severas medidas represivas dictadas contra el Partido Aprista por el Presidente Bustamante y Rivero el 4 de octubre de 1948, la dictadura del general Odría, instaurada el 27 de octubre del mismo año, desplegó medidas restrictivas mucho más severas todavía. Se acusaba sin pruebas al Partido Aprista de haber actuado contra la constitucionalidad y se considerada a Víctor Raúl Haya de la Torre, jefe del aprismo, entonces de 53 años, como el autor intelectual de todos los hechos consignados.
Cumpliendo una decisión expresa de la dirigencia nacional de su partido, Víctor Raúl Haya de la Torre ingresó en forma sorpresiva en la embajada de Colombia en horas de la tarde del 3 de enero de 1949 con la finalidad de solicitar asilo. El embajador colombiano Carlos Echeverrí aceptó generosamente. Sin embargo, en un acto de indescriptible torpeza, que contravenía los tratados vigentes y la diplomacia más elemental, la dictadura peruana denegó al líder aprista el salvoconducto que era parte del protocolo del derecho de asilo y conminó a la embajada colombiana a entregar al perseguido político a las autoridades. El gobierno colombiano asumió con gran hidalguía la defensa del derecho del asilo de Haya de la Torre, generándose un conflicto diplomático de amplia repercusión internacional.
Diciembre de 1950: Haya de la Torre y el diplomático colombiano Aurelio Caycedo Ayerbe, encargado de negocios que sustituyó al doctor Echeverrí, analizan los problemas legales de la situación del asilado.
Mientras el gobierno colombiano defendía la permanencia del jefe del aprismo en su embajada de Lima, el Partido Aprista sufría grandes represalias. Uno de las más sentidas fue la muerte del dirigente sindical aprista Luis Negreiros Vega, asesinado por la dictadura de Odría el 23 de marzo de 1950 con 29 disparos a quemarropa, en la esquina de las avenidas 28 de Julio y Petit Thouars, en el centro de Lima. Negreiros ejercía la jefatura del Comando Nacional de Acción de PAP y la secretaría general de la Confederación de Trabajadores del Perú.
Grave ofensa a un país hermano: una intensa vigilancia mediante zanjas y trincheras, acompañada de hostigamiento al personal de la embajada y corte de los servicios de electricidad y saneamiento.
La represión al aprismo y la inseguridad del asilo de Haya de la Torre originaron un amplio movimiento de solidaridad. Arturo Jáuregui H. y Serafino Romualdi, dirigentes de la Confederación Interamericana de Trabajadores (CIT) y Frances Grant, una de las fundadoras de la Liga Internacional por los Derechos del Hombre, organizaron la I Conferencia Interamericana Pro Democracia y Libertad realizada en La Habana en mayo de 1950, fundamentalmente con motivo del derecho de asilo de Haya de la Torre.
Estuvieron presentes notables amigos de Víctor Raúl como Rómulo Betancourt, Juan Bosch, José Figueres, Germán Arciniegas, Eduardo Rodríguez Larreta y Waldo Frank; personajes notables como Roger Baldwin, Norman Thomas, Emilio Frugoni, Eduardo Frei Montalva, Raúl Roa y Salvador Allende; y una delegación plural de peruanos como Felipe Cossío, Luis Alberto Sánchez, José Bernardo Goyburu, Rafael Belaunde, Jorge León Seminario y Bolívar Patiño Arca. Dicha conferencia emitió un enérgico pronunciamiento en defensa del derecho de asilo de Haya de la Torre.
Mientras tanto, la negativa del gobierno peruano ante los reclamos diplomáticos colombianos motivó que el caso fuera llevado ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuyo primer fallo recién se dio el 20 de noviembre de 1950. Indignada por su falta de argumentos y el descrédito internacional, la dictadura peruana generó una gravísima situación en la sede diplomática colombiana durante diciembre de 1950. La dictadura excavó trincheras y emplazó soldados y equipo de guerra, hostilizando al personal de la embajada, cortando los servicios indispensables de agua y energía y amenazando con asaltar la sede en cualquier momento. El gobierno colombiano dispuso que sean retirados el personal femenino, familiares y auxiliares, permaneciendo con el asilado solamente el encargado de negocios, el cónsul y el agregado militar. Esta tensa situación se mantuvo durante varios meses.
Momento de tensión e incertidumbre para Haya de la Torre dentro de la embajada colombiana de Lima. Lo demuestra el hecho de verlo fumando, cosa que muy rara vez hacía. El gobierno colombiano dispuso un estado de alerta permanente en la embajada, junto con la incineración de todo documento escrito personal u oficial. El fundador del aprismo se vio precisado a destruir los originales de un libro ya escrito sobre las ideas económicas y sociales del Inca Garcilaso de la Vega en los Comentarios Reales.
Finalmente los fallos de la Corte Internacional de Justicia de La Haya contribuyeron a aislar a la dictadura peruana y a debilitar su intransigencia. El fallo de la Corte Mundial del 20 de noviembre de 1950 señaló que no había pruebas suficientes para considerar a Haya de la Torre “delincuente político” o “delincuente común”, como aseguraba el régimen peruano. Sin embargo, también introducía una delicada ambigüedad: “No se puede calificar el delito cometido por Haya de la Torre ni se puede obligar al Perú a expedirle salvoconducto”.
Realizada la apelación, un nuevo fallo del 13 de junio de 1951 benefició en términos más concretos al asilado, señalando que “Colombia no está obligada a entregar a Víctor Raúl Haya de la Torre a las autoridades peruanas” y que el Tribunal tenía confianza en que “las partes […] estarán en capacidad de encontrar una solución práctica satisfactoria”. De este modo, la dictadura peruana estaba obligada a discutir una solución al conflicto sobre la base del reconocimiento de los derechos del asilado.
Luego siguieron casi tres años de difíciles negociaciones entre Perú y Colombia. Logrado finalmente el salvoconducto, Haya de la Torre partió de Lima expulsado del país y privado de un pasaporte peruano, rumbo a México, el 6 de abril de 1954. La comunidad democrática del continente saludó con algarabía su liberación.
Víctor Raúl era consciente de la amplia repercusión y de la importancia que había tenido su caso en los medios de prensa y en la radio, pero no había reparado en que el tema era conocido por los niños más humildes. En Managua, durante una escala técnica del avión que lo transportaba a México, un grupo de muchachos lustrabotas se acercó a saludarlo, entre ellos, con gran entusiasmo, un niño de apenas 10 años. El líder político peruano le preguntó sorprendido: “Pero, ¿sabes quién soy yo?” y el chico respondió, “¡Claro! ¡Usted es el Señor Asilo!”
El 6 de abril de 1954 Haya de la Torre parte finalmente a México, expulsado del país y privado de la nacionalidad peruana por la dictadura. Lo vigilan celosamente, de izquierda a derecha, Alejandro Freundt Rosell (ministro de Justicia y Culto), Manuel Céspedes (secretario del Ministerio de Justicia), Alejandro Esparza Zañartu (director de Gobierno) y Clodomiro Marín (directro de Investigaciones).
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