miércoles, mayo 28, 2014

Television pervertida

Néstor A. Scamarone M.
"Quiero abordar el tema de la televisión repitiendo, casi con obsesión, que deja mucho que desear, con lo cual no quiero parecer un estatista de malas pulgas, deseoso de que las autoridades competentes la controlen de arriba abajo. No, pretendo apenas mostrarme como un ciudadano del mundo que cree que, además de negocio, es también servicio público, al margen que se encuentre en manos privadas o estatales y que como tal debe sujetarse a ciertas reglas, como viene sucediendo en USA, Italia, Francia, Alemania, la bulliciosa Argentina y hasta la truculenta televisión española, que acaba de imponer reglas tan duras, que harán llorar a muchos.
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Ver los noticieros a cualquier hora es arriesgarse a recibir chorros de sangre y partes mutiladas de cuerpos humanos que se salen de la pantalla y te caen en la cara o en el plato de comida que tengas al frente, y esto lo digo porque sucede literalmente y sin exagerar.
La televisión peruana, salvo escasas excepciones, se caracteriza por ser casi la única en el planeta, que no enuncia o anuncia los hechos o noticias cruentas, los muestra con intensidad masoquista, sobada y pervertida; sus imágenes cuanto más cruentas, descarnadas y sangrientas, más engordan los bolsillos de sus propietarios.
Si hay una "pedofilia- filicida" seguida de muerte donde se pueda observar clara y realmente como el padre violó y mató a su hija y la sangre que se escapa de su cuerpo, podemos imaginar, sin lugar a equivocarnos, la sonrisa de sus propietarios al ver cómo engordan sus billeteras. Los cuellos degollados y sangrantes son los preferidos, los accidentes donde los cadáveres cuelgan de las ventanas de los buses o automóviles, rating y dinero para sus propietarios; si los crímenes amén de escabrosos son de homosexuales y lesbianas, rating y dinero para sus propietarios y así ad infinitum.
El menú ofrecido por la televisión casi siempre produce indigestión y estómagos flojos. Vea usted los programas que nos ofrecen las noticias de cada día, sin ahorrarse imágenes que jamás pasarían el colador de lo sensato en materia de medios de comunicación. Son los que pretenden educar acerca de la justicia y el ejercicio de nuestros derechos, exponiendo en su intimidad las vicisitudes y conflictos de la gente.
Televisión pervertida que intenta hablarnos de la vida, mostrándonos su lado más oscuro e infeliz a través de la rebuscada historia de algún prójimo; lo que nos entretiene suponiendo, casi, que todo espectador es morboso y necesita inyecciones de violencia y sangre en diversas dosis y conforme a varias recetas.
No hay la menor preocupación ciudadana de parte de las televisoras para que la tasa de muertos, violaciones, golpizas y derrieres descomunales, se reparta más bien hacia las horas en que los niños duermen o sea la una de la mañana o mejor a ninguna hora, lo cual no pareciera que es mucho pedir.
Y que no me vengan dueños y directivos a decir, como en efecto dicen, bañados en el agua de rosas del liberalismo celestial del dólar que engorda sus bolsillos, que los canales sólo se limitan a eso, a ofrecer el menú, dejando que cada quien escoja según sus apetencias, lo que, visto con detenimiento, es su interpretación fantasiosa y equivocada, sesgada hacia las propias conveniencias, dentro del contexto del billete y sólo del billete.
Es crepitante ver los programas nocturnos dominicales, donde caras disfrazadas de puras, se "tragan" cada perversión y propalan con ventilador esas noticias sobadas y sudadas en el vil metal y lo más triste, a veces con el metal entregado y pagado por el Estado.
La alternativa no es cambiar de canal, es de cambiarles el cerebro a los propietarios de la televisión basura. Es así que un "animador/a", mamarracho inculto, chisgarabís caquético cualquiera, encarnado con regocijante desparpajo palurdo, puede llegar a obtener cierta calderilla de notoriedad malsana, para dizque estimular nuestra perplejidad.
Todos sabemos cómo funciona este baratillo de cambalaches vulgares de los programas basura y los noticieros dominicales de los suripantos y suripantas entrevistadoras, actualmente bañados en desfachatez y reciclando la corrupción.

¿Alguien se atreverá a calcular el dinero que semanalmente se emplea para pagar a los mentecatos que desfilan por esta parada de los monstruos sin cerebro y lo que ganan sus propietarios? ¿Merecemos los peruanos esta escoria televisiva? ¿Hasta cuándo seguiremos refocilándonos en tanta cochambre de las imágenes audibles y sobadas? ¿No será que la nueva misión del periodismo consiste en halagar los bajos instintos de la masa sin neuronas, hasta convertirla en una papilla humanoide, digna del planeta de los simios? Esta televisión pedorra me da arcadas…"
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