Hacer política es un arte y una habilidad que se aprende con el tiempo. Es difícil por no decir imposible improvisar en este oficio. Y no hay nada peor que pensar que con el sólo hecho de ostentar un cargo el conocimiento y, menos aún, la sabiduría llegarán. Creer que el acierto lo trae la banda presidencial es un error o, mejor dicho, es una sandez. Ser presidente del Perú, ser primera dama de la nación o ser representantes del partido de gobierno, no son cargos –así hayan sido elegidos o nombrados a dedo– que traen por si mismos, equilibrio, justicia y ecuanimidad en el desempeño. Todas las virtudes de un gobernante se aprenden no a partir de la investidura sino antes –en realidad mucho antes– cuando se es niño, cuando se escucha a los padres, cuando se viven sus éxitos o desdichas, cuando se estudia y cuando se emprenden aventuras profesionales o empresariales. La vida es, en realidad, la fuente fundamental de la que se nutre un gobernante. De ese manantial bebe y cuando, más tarde, el destino lo pone frente a la dirección de la nación, eso que sembró, florece y permite construir liderazgos auténticos.
Si nos salimos de los hechos, en política, nos perdemos sin retorno dijo el célebre político y escritor François René De Chateaubriand hace más de 150 años. Y cuando revisamos los hechos políticos de este gobierno no encontramos nada más que errores. Y los errores que parecen, en verdad, de principiante, comienzan con la fijación obsesiva y torpe con Alan García.
En la pesadilla de cualquier político está el olvido, la postergación o la relegación. Y desde el primer día de este gobierno ladecisión, absolutamente equivocada, fue no olvidar al pasado gobierno; no postergar ni relegar a García; y, peor aún, intentar torpemente arrinconarlo entregándole esa labor al congresista Tejada, que durante 33 meses mostró que a pesar de los 4 millones de soles gastados tampoco consiguió nada y sólo puso reflectores sobre un rival político. Peor aún, con la carta aclaratoria de Umberto Olcese Ugarte (http://bit.ly/1q8f8HK) el congresista y todos los que se frotaban las manos junto a la pareja presidencial, esperando el cadáver político del ex presidente, terminan dando pena. ¡Qué torpes!
La corrupción, lo hemos dicho muchas veces, no se puede permitir. Ni la del Gobierno de Fujimori, ni Toledo, ni García ni, por supuesto, la de este Gobierno. Pero lo que no se puede organizar es un circo, ni menos jugar con la esperanza de un pueblo que en serio clama justicia. Lo que ha hecho la pareja presidencial, porque ellos y sus allegados han dirigido esta investigación –no hay duda–, es de una absoluta irresponsabilidad. Es difícil saber si dentro del oficialismo había alguien mejor, pero Tejada y su equipo no pudieron hacerlo peor.
En rigor los principales alentadores de ALAN 2016 han sido, desde julio de 2011 y siguen siendo, Nadine Heredia y Ollanta Humala. Más que nacionalistas, en realidad y a la luz de los hechos, parecen «compañeros» y de los más entusiastas y eficientes. ¡Qué paradoja!
0 comentarios:
Publicar un comentario