lunes, enero 26, 2015

La muerte de una ley

César Campos R.
Mañana el pleno del Congreso deberá reunirse a fin de debatir las posibles modificaciones a la ley Laboral Juvenil o propiciar su derogatoria. Esto a solicitud del presidente Ollanta Humala, quien usando sus facultades constitucionales ha convocado a una legislatura extraordinaria para dicho objetivo.
Abrieron el camino de esta decisión por lo menos tres inspiraciones. La primera: detener la ola de marchas callejeras contra una norma fragilizada por el deterioro de la credibilidad gubernamental y su ejercicio de polarización política. La quinta movilización estaba prevista para el miércoles 28 pero ha sido adelantada para mañana lunes en vista de la jugada palaciega. El pronóstico de cómo termine es reservado pues si la decadente bancada humalista consigue aliados para evitar que se derogue, puede ocurrir hasta lo indeseable.
La segunda es soplarle la pluma al Legislativo para que se haga el responsable final del retroceso en la implementación de la ley. Humala otea el horizonte vislumbrando una ganancia de mediano o largo plazo. Cree que le devolverán la bandera de la reivindicación laboral de los jóvenes si no le hacen caso. Como Nerón cuando tocaba el arpa observando el incendio de Roma, entonará glosas pasionales de lamento.
Aquí radica otra de las tercas obnubilaciones del primer mandatario, sin duda consecuencia de su formación castrense. La llamada Ley Pulpín dejó de verse hace tiempo en sus bondades o vacíos, pues sólo quedó el acto de fe de Humala y su círculo oficialista frente a una variedad de sectores que le tocaba la puerta para dialogar sobre la misma. Además, como lo ha señalado una funcionaria de la OIT, la norma no reducirá la informalidad en ese sector si no se atienden otros aspectos. O como indica Pedro Pablo Kuzcynski, nadie, absolutamente nadie contratará a los jóvenes bajo una modalidad tan controversial.
La tercera es jalar toda la atención pública hacia el debate de esta ley y apartarla de las serias denuncias contra los reglajes de la Dini a políticos de oposición y hasta de la propia casa, así como de las andanzas de don Martín Belaunde Lossio en Bolivia junto a su amigo, el “curaca blanco”.
Lo peor para Humala es que la muerte de la Ley Pulpín acarreará réditos para sus bestias negras, Alan García y Keiko Fujimori. Por supuesto, PPK ya se ganó alguito. Torpe y frenético como se le ve los últimos meses, el presidente tuvo el gran desatino de adjudicarle a “cuatro o cinco políticos” las motivaciones contrarias a la norma, en su afán de convencer a los jóvenes de no pronunciarse en contra. Lo único que consiguió fue aumentar el espectro de quienes, faltando 17 meses para que se vaya a su casa, lo repudian y repudiarán más adelante por otros motivos.
Hay funerales heroicos e históricos. El de la Ley Pulpín será esquizofrénico.
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