jueves, febrero 19, 2015
GUELLY VILLANUEVA DÍAZ: “DIFÍCILMENTE HABRÁ OTRO POLÍTICO COMO HAYA”
El 22 septiembre de 1957, Haya de la Torre retornó a Chiclayo después de la larga ausencia a la que lo había condenado la persecución de los gobiernos de Bustamante y Odría. Aquella mañana, luego de descender del avión, el mítico líder aprista recorrió la Avenida Bolognesi que se encontraba abarrotada por sus fieles militantes. Entre ellos, de apenas 14 años, estaba Glicerio Villanueva Díaz, quien tiempo más tarde llegaría a tener trato directo con el ‘Viejo León’ y se convertiría en el artífice del retorno de Víctor Raúl para la celebración del Día de la Fraternidad en 1974.
Meses antes, Villanueva Díaz se había incorporado a la Juventud Aprista – JAP, estamento partidario que el día de la llegada de Haya de la Torre tenía la tarea de formar el cordón humano que le abriera paso a la caravana del líder con dirección a la cuadra cuatro de la Avenida Balta donde se realizaría el mitin. Sin embargo, pudo más la emoción y el deseo de ver de cerca al hombre que desde hacía más de 20 años de había constituido en una leyenda, que antes que el vehículo descubierto que trasladaba al fundador del APRA cruzara la intersección de las avenidas Bolognesi y Sáenz Peña, Guelly Villanueva ya se había soltado de sus compañeros para correr detrás del carro. Así, por fin pudo, estar frente a frente con Víctor Raúl.
“Me impresionó mucho su porte imponente, su nariz aguileña”, recuerda como si fuera ayer. Ese momento, que tiene mucha significancia personal, aparece registrado “Perfiles Apristas”, uno de los tantos libros que ha escrito sobre el APRA, destacando los dos tomos de “Reportajes al APRA”, “Víctor Raúl en Lambayeque”, “Víctor Raúl, semblanzas” y “Haya por Haya”, este último publicado por el Fondo Editorial del Congreso de la República.
Después del mitin en la Avenida Balta, Haya de la Torre visitó el local del partido que por aquel entonces se encontraba en la intersección de Elías Aguirre y Luis González, y horas más tarde realizó un paseo por la playa de Pimentel junto a los jóvenes japistas.
“Fue ahí cuando sellé pacto con Haya. Recuerdo que de niño había escuchado a los mayores comentar de vez en cuando sobre él y siempre decían que quizá ya estaba muerto, eran los años de la persecución. Siempre diré que el momento más significativo de mi vida ha sido haber conocido a Haya de la Torre y mantener la fidelidad con el partido y con él”.
Maestro y amigo
En el 62 Haya de la Torre se impuso en las elecciones presidenciales pero no alcanzó el porcentaje exigido y la decisión sobre quién asumiría la primera magistratura recayó en el Congreso de la República, como mandaba la Constitución de 1933. En ese ínterin el general Ricardo Pérez Godoy dio golpe de Estado e instauró la Junta Militar de Gobierno que convocó a elecciones para el año siguiente, la mismas que ganó Fernando Belaúnde Terry. Según recuerda Villanueva Díaz, para el líder aprista el hecho no lo turbó, por el contrario continúo con su labor partidaria.
“Después de esas elecciones regresó a Chiclayo, siempre nos dejó la enseñanza de que mucho más importante para él era el trabajo partiario antes que ganar la presidencia. Se preocupó mucho por la capacitación y la preparación de la juventud”, refiere Villanueva Díaz, quien ese mismo año tuvo el honor de ser juramentado por Haya de la Torre por segunda vez como secretario general de la JAP. Ese mismo día el amauta Guillermo Baca Aguinaga hizo desfilar por primera vez a la Fanfarria Aprista de Lambayeque.
En las reuniones del Comité Ejecutivo Departamental del APRA, Guelly Villanueva era el único joven con derecho a participar por su cargo como dirigente de la JAP. Una de las anécdotas que más recuerda de aquella visita Víctor Raúl en 1963, es que después de la reunión en el local partidario se le ofreció al líder fundador una cena y este prefirió trasladarse hasta el restaurant en el Volkswagen del japista, antes que en el auto del abogado y dirigente Romualdo Biaggi, quien fue diputado por Lambayeque y presidente del Senado.
“Haya de la Torre nunca tuvo aprensión por las cosas materiales, lo único que lucía era su reloj y una esclava de oro. Nunca portaba dinero”, recuerda Guelly Villanueva.
Precisamente por esta razón es que se tiene otra anécdota de Haya durante su estadía en Chiclayo. En una oportunidad, mientras se hospedada en el ex Hotel de Turistas, gracias a las facilidades que brindaba el administrador, el líder aprista recibió la visita de los alumnos del Colegio Manuel Pardo, quienes llegaron no solo a presentarle su saludo, sino también a venderle unas rifas para su promoción.
Cuenta Villanueva Díaz, testigo presencial del hecho, que Haya de la Torre los recibió con mucha cordialidad y que al momento de echar mano a sus bolsillos para pagar las rifas se quedó mirando a los alumnos. No tenía dinero. La reacción inmediata de su leal amigo y secretario Jorge Idiaquez permitió que el momento sea superado, al ser este quien pagara los talonarios.
“Cuando Haya venía a Chiclayo nos organizábamos de tal manera que cubríamos el almuerzo y la cena. En el hotel, por suerte, el administrador era un paisano trujillano y siempre nos daba una tarifa especial. Hubo momentos, como es de suponerse, en los que las cosas no eran tan sencillas. Recuerdo que en una ocasión, durante el gobierno de Velasco Alvarado, organizamos un almuerzo de homenaje para Víctor Raúl. Fuimos a ofrecerle la tarjeta a un compañero que por aquel entonces tenía un alto cargo en una importante institución y nos dijo: ‘¿Almuerzo? Haya se va, yo me quedo’, señala.
Haya y Chiclayo
Después de su natal Trujillo, Chiclayo fue la ciudad que más visitó Haya de la Torre. Sentía – relata Guelly Villanueva – una suerte de pertenencia con la realidad del norte del país, donde se vivía aún bajo el dominio de las grandes familias de hacendados. Además, muchos lambayecanos fueron cercanos a él, destacando Luis HeysenIncháustegui, uno de los fundadores del APRA; Andrés Townsend Escurra, quien lo acompañó hasta sus últimos días, y Carlos Delgado Olivera, que llegó a ser secretario personal de Haya.
En el año 57, cuando Haya de la Torre regresó del exilio, a los trabajadores de las haciendas azucareras, principalmente de Pomalca, se les impidió acudir al mitin de la Avenida Balta. Villanueva Díaz recuerda que los días previos a la manifestación el perifoneo también estaba prohibido en las proximidades de la hacienda, por lo que tenían que ir a los campos de caña y allí notificar a los trabajadores de la llegada Víctor Raúl.
“El día del mitin Manuel Seoane dijo una frase memorable en alusión a lo que había sucedido en Pomalca. ‘A los trabajadores les han puesto piedras en el camino para que no vengan, pero aquí están’. Lo de piedras era por la familia que era dueña de la hacienda”, refiere.
Haya también trabó amistad con otro lambayecanos apristas como los poetas Yolanda Sánchez de Plengue y Alfredo José Delgado Bravo y tuvo que calmar las aguas y abogar por la unidad partidaria cuando se produjo el quiebre interno en la disputa por la dirigencia. Producto de aquella discrepancia el comité presidido por Julio Fernández de la Oliva expulsó a Nicanor de la Fuente Sifuentes ‘Nixa’, Humberto Falla Lamadrid, Guelly Villanueva Díaz y otro más, aun cuando el único con capacidad de expulsar era el Comité Nacional de Disciplina o un congreso partidario. Este hecho motivo la apertura de un nuevo local del APRA que se ubicó en la Avenida Balta y que los militantes ilegalmente apartados emprendieran viaje a Lima para entrevistarse con Armando Villanueva del Campo. Salieron de Chiclayo el 3 de octubre de 1968 y no tuvieron más remedio que regresarse desde Pacasmayo, debido a que ese mismo día se produjo el golpe de Velasco Alvarado contra Fernando Belaúnde.
Al año siguiente Haya de la Torre los juntó y les dijo que siendo el APRA un partido tan amplio había espacio para todos, y que no habiendo discrepancias doctrinarias cualquier diferencia podía superarse. “El comité tiró la esponja y se renovó la dirigencia partidaria”, afirma Villanueva Díaz.
Visita para la Fraternidad
En febrero de 1974 la dirigencia departamental le encargó a Guelly Villanueva, como Secretario de Organización, la tarea de lograr que alguno de los líderes nacionales del APRA llegara a Chiclayo para la celebración del Día de la Fraternidad. Villanueva enrumbó a Lima y llegó hasta la ‘Casa del Pueblo’ en la Avenida Alfonso Ugarte. Lo recibió Luis Negreiros Criado, entonces Secretario General Colegiado.
“Le dije que traía la invitación para que puedan viajar o él, o el compañero Carlos Melgar o el compañero Armando Villanueva para el mitin de la Fraternidad. ‘No – me dijo – uno va a Arequipa y el otro va a Huancayo, imposible. Más bien vamos para que saludes al Jefe’. En efecto, me llevó a la segunda planta y me presentó ante Víctor Raúl. ‘Chiclayano’, exclamó Haya, porque así me decía pese a yo serchotano. Me preguntó cómo estaba y le conté a lo que había ido y me dijo: ´¿Y por qué no me invitan a mí? Yo quiero ir a Chiclayo’. Me dejó helado. Idiáquez le explicó que el mitin no sería en el Parque Principal sino en la Plazuela Elías Aguirre y Haya le contestó: ‘Está bien, es como el segundo parque de Chiclayo. Yo voy a Chiclayo’. Yo salí feliz de su oficina y me quedé en el patio viendo a los compañeros preparando la propaganda para el mitin de Lima. Como a la una de la mañana él salió y me encontró en plena llovizna, me preguntó a qué hora viajaba de regreso y me pidió mi periódico. Me quedé muy contento, sobre todo por la noticia con la regresaba a Chiclayo”, rememora emocionado Guelly Villanueva.
La manifestación en la plazuela fue apoteósica y de mucho diálogo entre el orador y los asistentes. Haya de la Torre, en un momento de su alocución, exclamó: “Porque este es un movimiento que no fracasa, que no se detiene…” y de pronto uno de los militantes gritó: “Que no cojea”, en alusión al presidente de entonces, el general Juan Velasco Alvarado. “El compañero me está haciendo el discurso”, respondió Víctor Raúl.
“Haya siempre dijo que el chiclayano camina rápido, pero no en referencia al andar, sino a que siempre se adelantaba a las cosas y entendía con mucha facilidad”, comenta.
A raíz de la invitación a la Fraternidad de 1974, el líder aprista retornó para la misma celebración en el 76, incluyendo de manera voluntaria a Chiclayo en su agenda, después de los mítines de Lima y Trujillo, y nuevamente volvería a abordar el Volkswagen de Guelly Villanueva. En el 78 retornó para la campaña de la Asamblea Constituyente y logró ingresar a Tumán, donde ya no estaban los hacendados pero sí fuertes bases comunistas que intentaron frustrar la presentación del líder en el coliseo local.
El APRA de hoy
“Difícilmente habrá otro político con las condiciones excepcionales de Haya de la Torre, quizá tengan que pasar cien o 200 años para que surja un líder como él”, señala Villanueva Díaz, quien refiere que si bien el expresidente Alan García Pérez es el discípulo más cercano que tuvo el fundador del aprismo, “tiene sus propias características”.
¿El APRA de ahora es muy diferente al de Haya? Se le pregunta a Guelly Villanueva. “El APRA es el APRA”, responde, para añadir que “no es un partido que solo vive con fines electoreros”.
“Lo que sí hay que reconocer es que tenemos un serio problema de manejo del partido. Falta democratización interna y en eso nos hemos alejado mucho de Haya de la Torre. Él nunca dejó de escuchar a las bases, a la militancia y antes de hablar en sus discursos primero escuchaba. El partido tiene sus fortalezas, como esa mística y ese sentimiento que se mantiene vivo, pero también mucho por corregir”, expresa.
¿Si Haya viviera, se hubieran presentado tantos escándalos de corrupción en el APRA? “Eso es precisamente producto de los malos manejos y de no darle participación plena a la militancia. El militante así como tiene deberes, también tiene derechos. Y, hay que decirlo, esos candidatos que tienen una hoja negra repercuten negativamente en el partido, creo, por eso, que en las elecciones pasadas debió tamizarse de mejor manera la selección de nuestros representantes. Si estamos en los ideales de Haya de la Torre entonces tenemos que actuar con ética y moral, dar ejemplo. No olvidemos que es el pueblo el que castiga y mientras no se corrijan los errores el pueblo seguirá castigando. El pueblo es sabio”, refiere Villanueva Díaz.
Aspecto sobre el que también reflexiona el Guelly Villanueva es el activismo partidario. En su opinión se ha descuidado mucho el trabajo doctrinario y la formación política, lo que ha originado que la militancia de ahora no crezca nutrida de los ideales del aprismo y de Haya de la Torre. “No hay ya universidad popular, coloquios o academias. Lamentablemente en el partido no hay espacios para la juventud y eso es algo que tenemos que corregir. Antes, en nuestro local cada estamento tenía su oficina, teníamos incluso hasta gimnasio donde iban los alumnos del Colegio de San José y las campañas electorales se trabajaban dentro del partido, no como ahora que se alquila un búnker por aquí y otro por allá”, reflexiona.
Villanueva Díaz fue uno de los cientos de chiclayanos que acudió a las exequias de Haya de la Torre en 1979. Así, se cerraría un ciclo de fidelidad física entre líder y militante, más no la religiosa convicción con la que ha seguido los ideales de paz, justicia social y democracia que mantiene vivos hasta hoy.
“Si me hubiera tocado dar la vida por Haya sí lo habría hecho. Mucho me hubiera gustado haber vivido en los años de la persecución de la década del 30 y haber estado a su lado, quizá hasta la muerte, por él y sus ideales. Haya de la Torre tuvo un poder de convencimiento extraordinario, yo lo conocí en una época paternal, fraterna, de amigo. Era una persona muy sencilla, a la que era fácil acceder y con quien era muy alentador conversar. En una ocasión me regaló un llavero de plástico y en otra, cuando ingresamos por primera a Tumán, en 1978, me tocó ofrecerme mi pañuelo para secarle el sudor del rostro. Aún conservo ese llavero y aquel pañuelo”, finaliza.
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