Por Alan Gabriel Salinas
Desde la semana pasada hemos sido testigos de cómo cierta prensa y de cómo los enemigos de siempre mancillan la larga trayectoria política del APRA. Por unos pocos militantes que cometieron fechorías (ahora expulsados), se quiere comparar al aprismo con una organización ilícita. Viejas estrategias que no contribuyen a la conformación de una comunidad política en el país.
Los enemigos de siempre no quieren hablar de las 152 mil obras en favor del pueblo durante el gobierno aprista (del 2006 al 2011). Los enemigos de siempre no quieren hablar que el APRA redujo la pobreza del 48% al 27%, según las estadísticas del INEI, en ese mismo periodo. Los enemigos de siempre no quieren hablar de las conquistas políticas y sociales que hizo el APRA durante sus 91 años de existencia. No. Prefieren el insulto.
Desde los señorones que dicen ser de izquierda hasta la derecha extrema dan más rienda suelta a agresividades que al diálogo. Seamos sinceros: cuando hacemos algún mea culpa (mediante declaraciones públicas y pronunciamientos) sobre errores políticos que tuvimos durante nuestra existencia partidaria, salta el cargamontón, el reproche y la burla. La falsa moral de siempre. Eso lo conocemos.
Pese a ello, el APRA ha optado por seguir en la senda del servicio al ciudadano, hacer obras y no caer en una permanente confrontación o en el canibalismo político de destruir lo avanzado en democracia. Hemos aprendido de los errores del pasado. Las críticas que el aprismo actualmente hace al gobierno, las hace mediante propuestas a mediano y largo plazo.
Por eso, a más agravios de los enemigos de siempre, el aprismo seguirá trabajando para la inmensa mayoría de peruanos y peruanas y por la unidad nacional. Su historia política es más grande que cualquier error puntual de algún mal militante.
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