Ideas y Obras que trascienden...
Tras la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre ocurrida en la ciudad de Lima la noche del 2 de agosto de 1979, se inició -sin la perturbación de su actividad política-, la valoración objetiva de su pensamiento y obra, superando largas décadas de encono, acusaciones e inclemente persecución.
El fundador del aprismo había nacido en medio de una familia establecida socialmente en Trujillo, tierras de la región de La Libertad, en el Perú, un 22 de febrero de 1895 siendo el mayor de cinco hermanos. Sus primeros años fueron intensos en medio de una sólida formación humanista alentada por la familia, estas ideas luego se consolidarían en la Universidad, donde de hecho, motivado por el influjo revolucionario de la época, se adscribiría al pensamiento marxista.
Su cercanía con la realidad del campo y la lucha de los trabajadores lo llevó a enrolarse activamente en la lucha social. Defendió el derecho a la organización y la unidad gremial, activó por la Reforma Universitaria, impulsó la alianza de los estudiantes y trabajadores, se enfrentó a las fuerzas conservadoras que pretendían usar a la iglesia y el sentimiento religioso de la feligresía en contra del derecho a la libertad de conciencia, apareciendo desde entonces en los registros históricos, como un líder popular que en las jornadas por las ocho horas de trabajo y la fundación de las Universidades Populares por ejemplo, tuvo una invalorable e inobjetable presencia.
Por su ánimo beligerante y revolucionario partió al exilio tras protagonizar una sentida e inédita huelga de hambre que obligó al gobernante de turno, Augusto B. Leguía a desterrarlo en octubre de 1923 rumbo a Panamá, lugar donde se negaron a recibirlo recalando finalmente en México, donde fundaría una especie de internacional a la que se denominó Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) el 7 de mayo de 1924 y compartiría valiosas experiencias y aprendizajes con los líderes de la Revolución Agrarista de Emiliano Zapata y Francisco (Pancho) Villa.
Viajó rumbo a Rusia en busca de Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) y, si bien al llegar a la tierra de los zares y la revolución bolchevique éste había muerto, pudo confrontar la enorme y dramática realidad de nuestros pueblos, con la experiencia narrada y vivida en la patria de los Soviets nada menos que de la mano de sus protagonistas, entre ellos, Anatolio Lunatcharski y Grigori Zinoviev.
Hay quienes afirman que hasta ese momento el aprismo representaba una tesis en formación y por tanto, las diferencias con el comunismo eran sólo de forma. La verdad es que tras el asalto de Stalin y la vulneración de la voluntad revolucionaria del leninismo, las discrepancias con los bolcheviques se harían insalvables, sobre todo tras la marcada voluntad expansiva y totalitaria de las Ligas Comunistas y luego de la III Internacional que integraba a los partidos Comunistas en el mundo.
Los hechos subsecuentes, incluyendo la tensa polémica desatada en el Congreso Antiimperialista de Bruselas donde se evidencian las diferencias conceptuales profundas e insalvables respecto de la naturaleza de la “dictadura del proletariado”, sumarian al debate sobre el sentido de la revolución misma, la visión del fenómeno imperialista y su rol en nuestros países, razones suficientes para que el comunismo stalinista le declarara la guerra al APRA en su Congreso Internacional realizado en Montevideo el año 1929.
Finalmente la historia le daría la razón a Haya de la Torre cuyas ideas son consideradas desde las primeras décadas del siglo XX como parte de un pensamiento liberador en movimiento vivo, es decir, propuestas que resultan de las mismas fórmulas dialécticas que éste aplicó para el correcto entendimiento del marxismo y los tiempos-históricos que vivian nuestros pueblos.
Pero Haya de la Torre no sólo fue idea, es historia en la presencia de su obra tal y como se acredita desde su arribo al Perú para la realización de la revolución social en medio de la campaña electoral en 1931, tiempo desde el cual el destierro pasó a convertirse en una dura y difícil experiencia que ayudó en la sólida formación de quienes desde el aprismo, anunciaban el cambio de la política nacional, la incorporación de las masas en la contrucción de su destino, la formación de partidos políticos modernos, la institucionalidad y la defensa de las provincias con plataformas urgentes para la urgente descentralización.
Si bien esta enunciación de conquistas alertó a la oligarquia desatando la cruel persecución contra el APRA para detener cualquier intento revolucionario, lo que de hecho no sucedió ya que, desterrado el diálogo entre peruanos e impuestos tiempos de crimen y barbarie, la resistencia del Partido del Pueblo mostraría su enorme capacidad de subsistencia como elemento sustantivo de esa nueva expresión religiosa-popular y política que le permitió a Haya de la Torre y al aprismo trascender los límites de su tiempo.
Sin poder ser derrotado, el aprismo convirtió su experiencia en una herramienta para lograr convertir cada “primavera democrática” en un tiempo en el que tras abrirse las cárceles, se mantuviera primero entre sus militantes y luego respecto del país, un sentimiento de reconciliación que se impusiera sobre el rencor, para que permitiendo el retorno de los perseguidos, la reunión de las familia y la reconciliación entre peruanos siempre hubiera un espacio para continuar los cambios sociales.
Aquí, la enorme presencia del fundador del aprismo es consustancial a las tareas de la unidad nacional y el perdón a veces incomprendido. Si bien su propia vida fue intensa, su sufrimiento también lo fue y por tanto autoridad y capacidad renovadora se sumarían a su liderazgo indiscutible y esa conducta pública y privada intachable, elementos puestos al servicio del interés supremo de los peruanos con quienes produjo una relación intensa que prevaleció por encima de cualquier otra consideración de la política local.
Su ancianidad estuvo signada por ese mismo signo creador y su dedicación -sobre todo en tiempos de la dura dictadura militar-, permitió la docencia que compartió con la lucha sin tregua y en todos los planos por el retorno de las libertades y la democracia.
Crítico tras los cambios sociales propuestos por la dictadura militar que gobernó 12 años el Perú poniendo en marcha buena parte del discurso aprista, se sobrepuso a las campañas en su contra y con visión dialéctica respaldó los procesos sobre los que demandó la presencia del pueblo organizado acuñando entonces una frase que grafica plenamente su visión del momento: “No hay Revolución que esquive al APRA, ni cambios sin las masas, porque cualquier proceso surge desde el pueblo y se hace con él”.
No dejó de mirar el mundo con interés y visionaria claridad anunciando los bemoles de la conducta norteamericana respecto del derecho de los pueblos a su libre determinación. Denunció el totalitarismo del mal llamado "Socialismo Real" de la Unión Soviética y anunció su fin, criticando severamente a quienes hacían “uso congelado” de las ideas del viejo autor del manifiesto Comunista, al que entendia como el autor de un método de análisis y confrontación de la realidad, y no como el mero propagandista de un recetario de aplicación subjetiva de consignas políticas producidas desde la Unión Soviética del imperio social capitalista, o la China de la trasgresora Revolución Cultural.
Víctor Raúl Haya de la Torre murió a los 83 años reafirmado en sus valores democráticos. Fue sin duda un hombre de izquierda, lleno de riqueza intelectual, pero sin bienes ni herencia material que no fuera la que producían sus obras. Legó, en lo que puede considerarse como un testamento político, definiciones conceptuales que se adelantaron a su tiempo y zanjó los debates de la época en la que se cuestionaba su conducta política con una declaración lacónica, pero a la vez profunda y definitiva: Soy Marxista Puro, dijo.
Una vida de reafirmaciones conceptuales, de entrega a las causas del pueblo y una reivindicación histórica de su obra lo muestra vigente tras el siglo XX en la que ungido como Presidente de la Asamblea Constituyente en 1978, moderó los debates de un país en crisis, sentando cátedra democrática y despejando el mito de la intolerancia y el fanatismo creado por décadas injustamente sobre él.
Lo vi conversando con sus oponentes más acérrimos y luego a estos, reconocer la grandeza de un político al que atacaron sin conocer. Inspiró una de las Constituciones Políticas más adelantabas a su tiempo y consagró en ella, sin ambages, los derechos de los trabajadores, el voto de los analfabetos, los jóvenes y la defensa de la seguridad social entre otras conquistas del pueblo a los que les dio rango constitucional.
Firmó la constitución que fue su inspiración y por la que trabajó incansablemente y su cuerpo partió a la inmortalidad la fría noche del 2 de agosto de 1979 generando tras su desaparición física, una impresionante corriente de reconocimiento multitudinario.
Por todo lo dicho, su pensamiento y obra siguen firmes, progresistas y constituyen una opción liberadora como en los tiempos de su enunciación original en los que primó el idealismo ético que fue ajeno originalmente a la política misma y luego, cerca de los dramas del hombre, sumaría el dogma que representa la Justicia Social.
Haya de la Torre insistiría en este ideario ético que no entiende la política sin moral y que constituye el gran aporte del aprismo de todos los tiempos, es decir, llevar la doctrina ética a todos los actos del hombre, incluyendo a la actividad pública, convirtiendo al empleado en un verdadero servidor público que proscriba la dádiva como parte del proceso que demanda y como impulso creador de una democracia constructiva y real.
La enorme vigencia del pensamiento hayadelatorreano se expresa en la forma como se adelantó a su tiempo al reclamar la Integración Continental como respuesta a los graves problemas de nuestros países y, a las propuestas de la política-ecológica que hoy descubren, muchos años después que lo hiciera este gran patriota del continente Indoamericano, cuando lanzó la defensa del medioambiente y el ecosistema ¡En 1921! instaurando “la fiesta de la planta”, precursora visión de esa conciencia ecológica que hoy pareciera ser un tremendo descubrimiento.
La misma roca que desde 1979 señala el lugar donde reposan los restos mortales de Haya de la Torre, es donde "yace la luz" como fuente de inspiración que mantiene viva la voluntad liberadora de su pensamiento para la gloria de quienes con el aprismo -que es su mayor y mejor obra-, entregaron sus vidas sin condicionamiento alguno y cuyo mejor homenaje sería el cumplimiento y realización de su gran tarea historica.
Grafica: VRHT Oscar Lopez Aliaga (Estampa) Diario Expreso
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