(Prólogo: La brillante pluma de Iliana Romero hace una necropsia a la sociedad actual y uno de sus personajes vivientes: Arthur Fleck, individuo que tenemos al lado nuestro en las combis, o caminando al lado nuestro en las calles, verdaderamente estamos rodeados de ellos y somos tan individualistas e indiferentes...... Todos somos responsables en algún grado de lo que incubamos en la sociedad, pero principalmente el estado por permitirlo, por no detectarlos y ayudarlos...... las consecuencias las verán al final de la película.)
En estos días una película nos golpea frontalmente en la cara, no por lo que algunos califican como violencia excesiva, sino porque nos empuja a ver nuestra propia realidad sin maquillaje y analizar nuestro papel como parte de esta sociedad.
Si el desaparecido Heath Ledger nos presentó un Joker psicópata que inspiraba miedo por la maldad en su interior, por desear ver arder el mundo solo por placer, frío, calculador, cruel. El Joker de Joaquin Phoenix en cambio remece el alma, aturde, conmueve y nos hace contener la respiración no de miedo sino porque despierta sentimientos encontrados: compasión, tristeza, miedo, dolor por el sufrimiento ajeno, necesidad de justicia y reivindicación, soledad y agonía. La interpretación es magistral sin duda, pero sobre todo el guión es muy valioso y demasiado actual: la caída en espiral de un ser humano en una vorágine de golpes no solo físicos sino psicológicos y sociales, es como ver un luchador en un ring de box siendo apaleado hasta quebrar su alma y su esperanza, hasta el punto de no retorno. Su risa es un grito de dolor que destroza el alma.
Y nos lleva a la reflexión de cuanto de nuestra humanidad estamos perdiendo, cuanto de hacer un simple gesto de bondad a nuestros prójimos estamos olvidando en nuestras prisas y problemas cotidianos. Parece que nos hemos acostumbrado a la miseria ajena, al individualismo de si no me afecta no importa, al todo se compra y se vende incluso las conciencias, al pasar por encima de los demás sin importar que está viviendo. Al buscar tener más y no al compartir. Y de eso trata este Joker, la soledad y el abandono de la sociedad hacia quienes más necesitan apoyo real, lo que millones de personas en el mundo pasan diariamente sobreviviendo apenas, escarbando en la miseria y nos hemos desensibilizado o no queremos darnos cuenta que es peor.
Esta película debe servir para el debate moral y psicológico de nuestras sociedades: con tecnología y mercantilistas a más no poder pero vacías en amor y piedad hacia los demás, convivimos con personas que miran por encima del hombro y agreden a los que consideran menos por alguna diferencia de color de piel, por razones económicas o lo que sea, con personas que buscan acumular riqueza explotando el trabajo y hasta la vida de otros que por necesidad agachan la cabeza y callan, estas sociedades son las que incuban resentimiento y rabia en quienes hemos dejado hundirse en su silencio, su soledad, su angustia, su dolor, en el sufrir una enfermedad mental y les damos la espalda, preferimos mirar hacia otro lado, no involucrarnos. Y ahí radica el potencial de este film: nos sobrecoge porque es muy real y actual, porque nos encara nuestro rol como parte de esta sociedad dura, sin compasión, donde se premia la viveza, la corrupción y abuso sin vergüenza.
Es una llamada de atención para que analicemos que podemos hacer cada uno para no ser solo espectadores sino factores de protección, una mano que ayuda a quienes lo necesitan, que mostremos empatía, compromiso y afecto por los demás. Cierto, no podemos solucionar todos los problemas pero no saben el significado que tiene un simple gesto de ánimo o solidaridad para alguien que siente que todo está perdido.
Ese es nuestro poder, todos pueden hacerlo: ser más amables, más comprensivos, no callarse ante una injusticia, no dejar solo a quien necesita una palabra de aliento o un abrazo, escucharlo, no darle la espalda a quien no sabe o no tiene como defenderse. Y no teman ver esta película, al contrario, dejen que remueva su interior; ojalá al terminar sientan deseo de hacer algo por mejorar el mundo para los demás; puede ser un granito de arena, un rasguño en una roca quizás pero vale mucho la pena y estoy segura que en otros lugares hay más gente como tú o como yo haciendo su mejor esfuerzo también por cambiar las cosas, porque no haya tantos Arthur Fleck viviendo entre la desesperanza y la marginación de una sociedad deshumanizada. Seamos el punto de apoyo que pueda cambiar su historia. Después de todo, el cine es reflejo de la vida misma, aunque a veces -como en esta película- la realidad sea mucho peor que la ficción.
(*) Pediatra del Hospital del Niño, Lima Perú
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