Por: Alexander Torres Figallo.
Grupos elitistas del intelectualismo burgués nacional e internacional, afirman categóricamente la inexistencia de izquierdas y derechas, sentenciando que es imposible gobernar con patrones ideológicos.
Esto en la praxis resulta ostensiblemente falso y erróneo, pues ha quedado demostrado que cada líder político representa una alternativa, una postura ideológica y sistemas de gobierno disímiles, orientados a uno u otro universo político, dando origen a pluralidades de posiciones dentro de ambos campos; unas conservadoras en mayor o menor grado dentro de la derecha, otras más o menos radicales en la izquierda, habiendo también espacio para un centro político.
Quienes sostienen el fin de las ideologías, son principalmente actores de derecha, los mismos que muestran una posición absolutista de culto al libre mercado. Su posición constituye parte del discurso despolitizador y anti-partido del neoliberalismo, cuya representación política en nuestro país se encuentra arraigada en el PPC.
El posicionamiento derechista del PPC se evidencia en lo anti-popular de su Agenda Política, en su visión conservadora de la política económica neoliberal, en su propuesta de flexibilidad laboral, en su pretensión de acabar con las Empresas del Estado, en buscar que sólo la banca privada desarrolle sus actividades financieras en el país, en su política de privatización y en su desinterés por los derechos laborales.
Por ello, consideramos que esta es la misma derecha plutocrática que durante la historia ha promovido golpes de Estado y considerado a la justicia social como una aspiración obsoleta, es aquella que representa el continuismo de las políticas decimonónicas de la dictadura y el toledismo y cuya prédica es la representación de 150 años de dominación imperialista – oligárquica y de liberalismo desmedido que ha mantenido en la pobreza a más del 54% de peruanos y ha sometido al pueblo a los intereses de una exigua élite privilegiada que sólo busca enriquecerse agudizando las contradicciones sociales en el Perú. El Humalismo está en el otro extremo de las ideologías políticas, él encarna un fascismo retrógrado, un izquierdismo estatista fuera de espacio y tiempo, esto se percibe principalmente en el contenido de su discurso, más no en una agenda política concreta, pues no cuenta con una.
Frente a las dudas existentes sobre la vocación y los valores democráticos de Ollanta Humala, cabe preguntarnos: ¿es el militarismo concordante con la democracia? La historia nos indica que no. En América Latina nunca lo fue. No lo fue Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Perón y Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Odría, Sánchez Cerro y Velasco en el Perú, no lo es actualmente Chávez en Venezuela con sus cierres de canales privados y su represión y seguramente Ollanta Humala no lo hubiese sido tampoco.
El señor Humala formó un partido político “nacionalista” con retazos del fujimorismo y el toledismo, su falta de antecedentes democráticos y su improvisación no son garantías de desarrollo y manejo adecuado del Estado. El pueblo supo entender que los valores democráticos no pueden ser superficiales, ni alienables por los sueños de opio de una “mano dura” que promete traer prosperidad de la noche a la mañana.
Los partidos políticos y la ciudadanía tienen la gran responsabilidad de defender y contribuir con el desarrollo del sistema democrático y respaldar propuestas y posiciones acorde con los tiempos en los que la modernidad, el empleo, el diálogo integral y la justicia deben ser bases de la democracia social, ninguno de los dos extremos hubiese sido positivo para el país, hoy la estabilidad de un gobierno democrático popular lo evidencia.
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