El gobierno debería procesar, de manera más entusiasta, el volumen mediático que toman algunos problemas y ante los cuales sólo escuchamos respuestas cumplidoras que no satisfacen la expectativa del oído ciudadano. Nos referimos concretamente a Forsur y al censo nacional de este domingo 21. Tras el terremoto del 15 de agosto y las comprensibles ansiedades de quienes habitan las zonas devastadas, muchos valoramos como una iniciativa de gran calibre constituir el Fondo de Recuperación del Sur y entregar su dirección a reconocidos personajes del sector privado, junto a las autoridades regionales y locales. Julio Favre cargaba sobre sí la experiencia de haber conducido la Confiep; suponíamos en él una gran capacidad de articulación y claridad de objetivos.
Sin embargo, Favre sucumbió emocionalmente a los ataques de un sector de la prensa –referidos a temas que en nada carcomían su desempeño administrativo–, se distrajo en responderlos y extravió la perspectiva de la tarea encomendada, la que por cierto asumía con elevado criterio cívico pues nadie le estaba entregando una pera en dulce. Las públicas discrepancias en el directorio del Forsur han colocado a éste en un disparadero de desconfianza y lenidad.
Igual ocurre con el Inei y el censo nacional. Enredarse en el debate de si la “orden” de inamovilidad para el domingo, representaba una imposición gubernamental pasible de medidas punitivas en caso se incumplieran, ha sido torpe. Jamás debió hablarse de “orden” y siempre debió primar el concepto de “invocación” para que los ciudadanos permanezcan en sus casas y así facilitar el trabajo de los empadronadores.
Lo peor de todo es que ambos temas le han concedido armas a la oposición para un fácil encuadramiento de sus baterías, permitiéndosele otra vez arrebatar la agenda política de la semana. Esto, agregado al malestar por la contingencia de alza del precio de algunos productos de primera necesidad, determina el bajo nivel de respaldo ciudadano que hoy enfrenta el gobierno.
Por supuesto, el régimen siempre tendrá ocasión de cerrar estas ventanas por donde fácilmente se cuelan los aires del desaliento y las imputaciones. Sólo es cuestión que los detecte a tiempo.
Sin embargo, Favre sucumbió emocionalmente a los ataques de un sector de la prensa –referidos a temas que en nada carcomían su desempeño administrativo–, se distrajo en responderlos y extravió la perspectiva de la tarea encomendada, la que por cierto asumía con elevado criterio cívico pues nadie le estaba entregando una pera en dulce. Las públicas discrepancias en el directorio del Forsur han colocado a éste en un disparadero de desconfianza y lenidad.
Igual ocurre con el Inei y el censo nacional. Enredarse en el debate de si la “orden” de inamovilidad para el domingo, representaba una imposición gubernamental pasible de medidas punitivas en caso se incumplieran, ha sido torpe. Jamás debió hablarse de “orden” y siempre debió primar el concepto de “invocación” para que los ciudadanos permanezcan en sus casas y así facilitar el trabajo de los empadronadores.
Lo peor de todo es que ambos temas le han concedido armas a la oposición para un fácil encuadramiento de sus baterías, permitiéndosele otra vez arrebatar la agenda política de la semana. Esto, agregado al malestar por la contingencia de alza del precio de algunos productos de primera necesidad, determina el bajo nivel de respaldo ciudadano que hoy enfrenta el gobierno.
Por supuesto, el régimen siempre tendrá ocasión de cerrar estas ventanas por donde fácilmente se cuelan los aires del desaliento y las imputaciones. Sólo es cuestión que los detecte a tiempo.
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