viernes, enero 04, 2008

Jaloneando a F.M.B.

Escribe César Campos R.

La inusitada puesta en vigencia del general Francisco Morales Bermúdez, a raíz de la orden de detención en su contra dictada por una jueza de Italia, va tomando felizmente el cauce del cual nunca debió apartarse. Esto es, la exacta consideración del carácter jurídico de ese requerimiento y la escasa probabilidad de que prospere.

Porque hasta el tribuno Javier Valle Riestra –quien ha reconvenido el entusiasmo del presidente Alan García de opinar en contra de esa medida sin siquiera conocer el expediente– señaló en el programa “Prensa Libre” que la petición de la magistrada Luisianna Figliolia debería ser observada por nuestras autoridades judiciales si no precisa indicios más concluyentes sobre la supuesta participación del gobierno de facto peruano 1975-1980 en la llamada “Operación Cóndor”.

Lo que se conoce hasta ahora como fundamento de la orden de captura en el caso de Morales Bermúdez y el general EP (r) Pedro Richter Prada abarca una circunferencia tan ancha, que hasta el cardenal de esa época, Juan Landázuri Ricketts, podría ser citado desde el más allá para brindar su testimonio. O los miembros sobrevivientes de la Asamblea Constituyente 1978-1979, que establecieron un oasis de soberanía popular respecto al poder político de turno y nunca tuvieron el apremio de emplazarlo por el supuesto colaboracionismo con las dictaduras del sur del continente.

En efecto, resulta bueno recordar que mientras los regímenes de Chile, Bolivia, Paraguay y Argentina (los acusados directos) estaban en el apogeo de la extrema persecución a sus opositores, aquí el gobierno militar estaba de salida, con un cronograma de “transferencia del poder a la civilidad”, con convocatorias hechas previamente por el mismo Morales Bermúdez a los líderes de los partidos políticos vigentes al año 1978 en Palacio de Gobierno, a fin de dialogar sobre dicha transferencia.

Que las pasiones no extravíen los hitos de la historia, aunque Morales Bermúdez sea hoy objeto de un jaloneo innecesario, y su figura sometida a un nuevo escrutinio por parte de quienes construyeron sobre su cabeza una dudosa épica revolucionaria. En lo personal, me quedo para la posteridad con lo que él dijera a la revista Caretas Nº 1574: “Quisiera que me recordaran como un soldado con corazón de civil”.
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