Por: Gérman Luna Segura
Un país con derrotero mide las cosas con perspectiva y por eso la decisión peruana de someter su diferendo marítimo con Chile ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya resulta acertada y alentadora, primero porque aleja el fantasma de la guerra que nadie desea y además porque permite explorar mecanismos para superar nuestras diferencias sin someternos en ambos lados, a las intemperancias del ánimo chauvinista o a la loca carrera armamentista.
Que se producirá un tenso debate, no cabe ninguna duda, la serenidad y el nivel de estadistas de los gobernantes en ambos países contribuirá sin embargo a que ambas naciones –hermanas por raza e historia-, puedan encontrar por medio del arbitraje neutral del Derecho Internacional, la ruta que supere definitivamente las diferencias y heridas que otros dejaron a propósito abiertas desde la Guerra del Pacífico en Santiago y Lima, para justificar ánimos belicistas en el tiempo.
Los apristas sabemos de la confiabilidad del tribunalmás importante de la tierra, ya antes, en el denominado “Proceso a Haya de la Torre” este mismo Tribunal se pronunció a favor del viejo líder aprista reclamando le sean devueltos sus derechos civiles y políticos en medio de una atroz dictadura que regó de sangre al país.
Ayudará la cercanía del partido socialista y el APRA,ambos gobernantes, la influencia integracionista del pensamiento rector de Haya de la Torre y Salvador Allende, pero sin duda, serán las muchedumbres, aquí y allá, las que deben acompañar este esfuerzo por desparecer la vieja y peregrina tesis por la cual, las verdades sólo se imponen a sangre y fuego.
Una ofensiva mayor es la que se ha declarado en contra de las oligarquías de la guerra. Sátapras que subsisten en los falsos patrioterismos henchidos de politiquería barata se quedaron de una pieza al demostrárseles que es perfectamente posible defender la soberanía y la dignidad de la nación sometiendo este diferendo a la Corte Internacional de La Haya, hecho que enaltece al Perú, en tanto que Chile, aceptando la competencia de este importante organismo internacional, da cuenta por otro lado de una clara voluntad pacifista que por fin se abre paso en el continente Indoamericano que mira su historia para visionar su futuro.
Que se abran pues las anchas alamedas por donde debe transitar el hombre libre, como dijera Salvador Allende, y que, tanto en Santiago como en Lima, todos hagamos el esfuerzo por construir, aunque esto dure algún tiempo, esa ruta de integración real que es la que enterrará algún día, y ojalá más temprano que tarde, podamos resolver nuestras controversias, sin necesidad de poner un revolver sobre la mesa cada vez que conversamos.
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