Por: Alan García Perez(01/02/2008)
Haya continuó creando. Descubrió al nuevo imperialismo, descubrió y comprendió el avatar de Cuba, descubrió en la Europa nórdica el pan con libertad; pero avanzaba en la edad y avanzaba –para ilusión nuestra- hacia la presidencia de la República, cuando en 1968 un golpe de Estado detuvo su carrera. Y entonces vimos al Haya de la Torre maduro, de una enorme altivez al saber que se le había ido la última oportunidad de llegar a la presidencia; pero, con una prescindencia extraordinaria, se dedicó pacientemente a formar juventudes. Ese es el punto máximo de su madurez emocional y creativa.
Y, sin embargo, en ese tiempo siguió creando e interpretando el mundo cambiante. ¿Por qué? Porque, así como en 1930 Roosevelt y Keynes lanzaron el desarrollo industrial del mundo por 30 años, en 1970 se produjo una inmensa crisis del capitalismo de nuevo. ¿Cuándo? Cuando los árabes aumentaron el precio del petróleo 20 veces y precipitaron la industria occidental a la crisis absoluta.
Fueron años dramáticos para el mundo occidental, para Estados Unidos y para Europa. Y en ese momento gobernaba el Perú el gobierno –dícese- revolucionario de la Fuerza Armada. Cuando Haya de la Torre volvió al Perú, en febrero de 1969, él -usando el título de una inmensa obra francesa, el monumento literario más importante de Europa-, dijo que los militares, 40 años después, estaban a la búsqueda del tiempo perdido. Y se preguntó: si ahora creen en la reforma agraria y en el antiimperialismo, ¿por qué perdieron 40 años persiguiéndonos? Con todo derecho, y esa voz era un reclamo dramático de un hombre al cual los militares de ese tiempo lo tachaban como traidor a su propio pensamiento.
Pero él, en ese momento, comprendió claramente que la revolución que se ponía en marcha, un poco por el remordimiento de haber perseguido a un gran partido, estaba equivocada por retardada, por a destiempo. Porque en ese tiempo, como siempre los gobiernos rodeados de asesores solícitos, que a veces juran “después de dios y la Patria, usted, señor general”, en ese tiempo el gobierno militar fue rodeado inmediatamente de los que comprendieron que había que cerrarle el paso a cualquier acercamiento con el padre de la filosofía, fue rodeado por los asesores comunistas. Benditos sean ellos, después de la desaparición del comunismo, bendita su alma, sus esperanzas, sus expectativas de otros años.
Haya continuó creando. Descubrió al nuevo imperialismo, descubrió y comprendió el avatar de Cuba, descubrió en la Europa nórdica el pan con libertad; pero avanzaba en la edad y avanzaba –para ilusión nuestra- hacia la presidencia de la República, cuando en 1968 un golpe de Estado detuvo su carrera. Y entonces vimos al Haya de la Torre maduro, de una enorme altivez al saber que se le había ido la última oportunidad de llegar a la presidencia; pero, con una prescindencia extraordinaria, se dedicó pacientemente a formar juventudes. Ese es el punto máximo de su madurez emocional y creativa.
Y, sin embargo, en ese tiempo siguió creando e interpretando el mundo cambiante. ¿Por qué? Porque, así como en 1930 Roosevelt y Keynes lanzaron el desarrollo industrial del mundo por 30 años, en 1970 se produjo una inmensa crisis del capitalismo de nuevo. ¿Cuándo? Cuando los árabes aumentaron el precio del petróleo 20 veces y precipitaron la industria occidental a la crisis absoluta.
Fueron años dramáticos para el mundo occidental, para Estados Unidos y para Europa. Y en ese momento gobernaba el Perú el gobierno –dícese- revolucionario de la Fuerza Armada. Cuando Haya de la Torre volvió al Perú, en febrero de 1969, él -usando el título de una inmensa obra francesa, el monumento literario más importante de Europa-, dijo que los militares, 40 años después, estaban a la búsqueda del tiempo perdido. Y se preguntó: si ahora creen en la reforma agraria y en el antiimperialismo, ¿por qué perdieron 40 años persiguiéndonos? Con todo derecho, y esa voz era un reclamo dramático de un hombre al cual los militares de ese tiempo lo tachaban como traidor a su propio pensamiento.
Pero él, en ese momento, comprendió claramente que la revolución que se ponía en marcha, un poco por el remordimiento de haber perseguido a un gran partido, estaba equivocada por retardada, por a destiempo. Porque en ese tiempo, como siempre los gobiernos rodeados de asesores solícitos, que a veces juran “después de dios y la Patria, usted, señor general”, en ese tiempo el gobierno militar fue rodeado inmediatamente de los que comprendieron que había que cerrarle el paso a cualquier acercamiento con el padre de la filosofía, fue rodeado por los asesores comunistas. Benditos sean ellos, después de la desaparición del comunismo, bendita su alma, sus esperanzas, sus expectativas de otros años.
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