Escribe: Alexander Torres Figallo
En China a la muerte de Mao en 1976; Teng Siao Ping y sus seguidores dan un golpe de Estado, deteniendo a la dirección del PCCH, a quienes llamaron la “banda de los cuatro”, inculpados de los excesos de la “Gran Revolución Cultural del Proletariado” (1966-1977). De esta forma se termina con los ímpetus mesiánicos del pensamiento marxista chino y se abre paso a la restauración del capitalismo.
Teng Siao Ping fue el ideólogo de este viraje hacia la senda del capitalismo, produciéndose así, nuevos cambios en la orientación económica de China; esta vez el veterano de la Larga Marcha, sería el encargado de tomar las riendas del poder y promover importantes reformas económicas de interrelación mundial, bajo la consigna: “No importa de que color sea el gato, lo importante es que case ratones”, en alusión a la poca importancia del color político frente al bienestar de la nación.
Las reformas de Teng tendrían, como principal objetivo renovar la atrasada economía china, mediante el retorno al sistema capitalista, pero sin renunciar al rol del Partido Comunista como eje central de dirección política del país, sustituyendo así la “lucha de clases” por la “modernización socialista”. La política de “puertas abiertas” y las reformas económicas del nuevo régimen empezaron a tener rápidamente resultados positivos; el nivel de vida del pueblo chino creció más que la inflación, la política de apertura al mundo permitió un sorprendente desarrollo económico, al igual que el incremento de la producción agrícola.
La nueva “economía de mercado socialista” de China le ha traído grandes satisfacciones al pueblo de este vasto y milenario país asiático. Su evidente progreso, y su visión moderna del mercado, constituyen, sin lugar a dudas, un modelo a seguir por todos aquellos gobiernos que busquen el progreso, la modernidad y el bienestar para las grandes mayorías.
Hoy 25 años después, China convertida en una potencia mundial de importación y exportación, cuyo crecimiento económico radica entre 8 y 10% anual, con un modelo económico de corte capitalista pragmático, no neoliberal, el cual protege su industria y su aparato productivo local, genera años tras año mejores condiciones de vida para un significativo número de ciudadanos en un país cuya población excede los 1,300 millones de habitantes.
Las estadísticas oficiales señalan que en China aún existen 28 millones de personas en la extrema pobreza, las mismas que sobreviven con menos de un dólar al día; aunque se han puesto en marcha diversas campañas para erradicar la pobreza y el hambre, estas se han visto agravadas por las sequías, la erosión y el aumento de la población. Pero la búsqueda por alcanzar nuevos logros en materia económica y social mediante la captación de inversión extrajera y su gran salto hacia el desarrollo, le permiten tener el respaldo de la ciudadanía y de miles de países del mundo que hoy admiran sus innegables avances.
En China a la muerte de Mao en 1976; Teng Siao Ping y sus seguidores dan un golpe de Estado, deteniendo a la dirección del PCCH, a quienes llamaron la “banda de los cuatro”, inculpados de los excesos de la “Gran Revolución Cultural del Proletariado” (1966-1977). De esta forma se termina con los ímpetus mesiánicos del pensamiento marxista chino y se abre paso a la restauración del capitalismo.
Teng Siao Ping fue el ideólogo de este viraje hacia la senda del capitalismo, produciéndose así, nuevos cambios en la orientación económica de China; esta vez el veterano de la Larga Marcha, sería el encargado de tomar las riendas del poder y promover importantes reformas económicas de interrelación mundial, bajo la consigna: “No importa de que color sea el gato, lo importante es que case ratones”, en alusión a la poca importancia del color político frente al bienestar de la nación.
Las reformas de Teng tendrían, como principal objetivo renovar la atrasada economía china, mediante el retorno al sistema capitalista, pero sin renunciar al rol del Partido Comunista como eje central de dirección política del país, sustituyendo así la “lucha de clases” por la “modernización socialista”. La política de “puertas abiertas” y las reformas económicas del nuevo régimen empezaron a tener rápidamente resultados positivos; el nivel de vida del pueblo chino creció más que la inflación, la política de apertura al mundo permitió un sorprendente desarrollo económico, al igual que el incremento de la producción agrícola.
La nueva “economía de mercado socialista” de China le ha traído grandes satisfacciones al pueblo de este vasto y milenario país asiático. Su evidente progreso, y su visión moderna del mercado, constituyen, sin lugar a dudas, un modelo a seguir por todos aquellos gobiernos que busquen el progreso, la modernidad y el bienestar para las grandes mayorías.
Hoy 25 años después, China convertida en una potencia mundial de importación y exportación, cuyo crecimiento económico radica entre 8 y 10% anual, con un modelo económico de corte capitalista pragmático, no neoliberal, el cual protege su industria y su aparato productivo local, genera años tras año mejores condiciones de vida para un significativo número de ciudadanos en un país cuya población excede los 1,300 millones de habitantes.
Las estadísticas oficiales señalan que en China aún existen 28 millones de personas en la extrema pobreza, las mismas que sobreviven con menos de un dólar al día; aunque se han puesto en marcha diversas campañas para erradicar la pobreza y el hambre, estas se han visto agravadas por las sequías, la erosión y el aumento de la población. Pero la búsqueda por alcanzar nuevos logros en materia económica y social mediante la captación de inversión extrajera y su gran salto hacia el desarrollo, le permiten tener el respaldo de la ciudadanía y de miles de países del mundo que hoy admiran sus innegables avances.
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