“Haya de la Torre era fundamentalmente un maestro, iba observando con mucho cuidado, las cualidades de los jóvenes que iban llegando al partido.
La vida diaria de Haya de la Torre era una vida silenciosa y metódica, muy trasnochador.
Desde joven se dedicaba desde las 7 de la noche hasta las 3 de la madrugada al partido, constancia que nunca fue rota ni por la enfermedad.
Un día, el automóvil en el que viajaba fue envestido por un conductor en estado etílico.
Haya de la Torre fue conducido a su habitación, mencionó unas molestias y al día siguiente llegó al partido normalmente y sólo tres días después se pudo comprobar que tenía tres costillas rotas, porque él estaba, ocultando permanentemente todos los dolores para no dejar de ir al partido porque tenía “compromisos importantes”. Y yo podría mencionar cuales eran esos compromisos: el martes tenía el Parlamento Universitario, el miércoles el Ejecutivo, el jueves el Coloquio en el Aula Magna, el sábado la Escuela de Dirigentes”.
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