jueves, mayo 08, 2014

APRA: HISTORIA DE UN BIGOTE

O todo empezó con un bigote.

A mi padre, Alexander Valverde
Yo sé que pocos leerán estas palabras, pero igual, quiero contarles que cuando tenía ocho años, mi padre me llevó a la Casa del Pueblo, sede del Partido Aprista Peruano. Como era un niño, al ver las largas bancas de madera del Aula Magna, y las personas que se paraban y cantaban al unísono, creí que estaba en una iglesia. Pasó mucho tiempo para que regresara. Creo que tenía 13 años cuando tomé nuevamente contacto con la ideología aprista.
Mi abuelo, Esdras Ortiz, ex reportero gráfico que se desempeñó en distintos diarios y en Palacio de Gobierno, entre los años 68 al 84, le gustaba leer. Falleció un mes antes de mi nacimiento. El Presidente de la República, Fernando Belaunde Terry, asistió a su entierro.
A mí me tocó heredar su biblioteca. Y entre sus libros, había uno que me llamó mucho la atención. La verdad, me impactó el bigote del hombre en la portada. Era un gran bigote. El libro se llamaba “Horas de Lucha”, de Manuel Gonzáles Prada.
Tenía 11 años cuando leí por primera vez una obra de Manuel Gonzáles Prada. Así que pueden imaginar la impresión que me causó.
Cuando terminé de leer “Horas de Lucha”, aterricé en las lecturas de las obras apristas. Y encontré algo de González Prada en esos textos. Esto sucedió antes de que pisara la Casa del Pueblo, nuevamente.
Habían muchos libros en la biblioteca del abuelo. Tambien habían unos rojos que decían: Lenin. Marx. Pero les digo con honestidad, no me sentí atraído por estos últimos.
ESDRAS ORTIZ CÓRDOVA, REPORTERO GRÁFICO.
El año que ingresé a la universidad para estudiar periodismo, mi padre trabajaba en provincias, así que lo veía en algunas ocasiones. Mi compañía era su voz por el teléfono y mis libros. Un día, 31 de mayo, llegó a Lima para mi cumpleaños número 18.
Ese día, tuve ocasión de conocer a un hombre, Víctor Raúl Mendoza, que vendía libros en el jirón Quilca, Cercado de Lima, y también estampillas. Ese día me inicié en la filatelia, y profundicé mis lecturas sobre el aprismo. “Lito”, como le decíamos de cariño, es aprista.
A partir de esa fecha viví, conocí, y estuve cerca a situaciones que, posiblemente, muy pocos jóvenes de mi edad tuvieron ocasión de ver de cerca, como en mi caso. En el año 2004, un Presidente de la República, Alan García, escribió el prólogo a la obra de un muy joven narrador de cuentos, de 17 años, como yo. Años después, escritores de trascendencia para la literatura peruana de hoy -aún no diré los nombres-, me dijeron: ¿Por qué, él? Yo les digo: Ustedes no quisieron porque era aprista.
Como todo joven, tal vez, mi exceso de ímpetu provocó algunas reacciones en mis amigos y amigas, en aquella época. Pero esa es la dialéctica del pensamiento y la vida. Y el que lee, siempre está en continua evolución. Ser aprista, no es fácil.
2003. CASA DEL PUEBLO. ALAN GARCÍA HABLA CON JÓVENES.
Algunas puertas se cierran por el simple hecho de ser aprista. No entiendo esto, no comprendo el odio ciego, porque jamás aprendí a odiar.
En la mesa de nuestra cocina, se sentaban tíos, tías, primos, sobrinos, nietos. Algunos eran apristas, otros liberales, otros conservadores. Yo crecí así. Era imposible que no me gustara la polítca, el debate.
Estoy seguro que en sus familias, a la hora de comer, en el cumpleaños o velorio de un pariente, siempre hay uno que dice: “Ese que está allá, tu tío, fulano de tal, ese es aprista”. En todos los hogares del Perú siempre hay un aprista.
Con el paso de los años, me encontré con algunos referentes históricos en mi familia que habían estado ligados a la historia del APRA. Uno de ellos, mi bisabuelo, Manuel Valverde, quien estuvo presente en la revolución de Trujillo, en 1932.
Muchos años después, en una conversación con Armando Villanueva del Campo, me comentó que mi bisabuelo había viajado con Víctor Raúl Haya de la Torre a Europa.
Asimismo, mi padre, Alexander Valverde, estudiante del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, fue testigo de los asaltos de la dictadura a la Casa del Pueblo. Vivía en Breña, estudiaba en la avenida Alfonso Ugarte, y era imposible que no estuviera cerca del aprismo.
1968. TANQUES EN EL FRONTIS DEL PARTIDO APRISTA LUEGO DEL GOLPE DE ESTADO.
Se cumplen 90 años de aprismo, y más allá de los errores y aciertos que haya tenido este partido, es innegable que los últimos 90 años de historia republicana están escritos codo a codo, sangre a sangre, con los nombres y obras del Partido del Pueblo.
La política es el arte del entendimiento y en un país como el Perú, donde existen problemas de comprensión de lectura, es lógico que no comprendan la importancia que tuvo el APRA en la historia del Perú. Y que la lectura de su historia, escrita de manera parcializada tengan respuestas incompletas, faltas de panorama. Además, nadie podrá negar que a la fecha, no se ha escrito los últimos 100 años de historia republicana, el Siglo XX. Todo lo contrario, existe una historia partida, divividida, ideologizada, que no ayudará nunca a que los jóvenes entiendan su país. La única forma entonces es leerlos a todos. Y sacar sus propias conclusiones.
Los que me conocen saben que hablo muy poco sobre la historia del APRA, sus mártires, los gobiernos apristas, etc. A mí me enseñaron que se hace aprismo con el ejemplo. Además, me gusta caminar con la mirada hacia el futuro.
Igual que en mi colegio, La Salle de Lima, mi profesor decía: “Un alumno lasallano se diferencia del resto cuando cede el asiento en un bus”. Asimismo, cuando veo una persona con discapacidad en un bus, sin asiento, me digo: “Un aprista debe ser el primero en dar el asiento”.
De igual manera, cuando hablo de impulsar la lectura, creo fervientemente, que es una manera de alcanzar la justicia social, erradicando la ignorancia en la sociedad.
Lo que me apena, y puedo entenderlo de alguna manera, es cuando una idea tan sencilla como “impulsar la lectura” es atacada, como fui yo, en la prensa, en las redes sociales, por el simple hecho de ser aprista. “Hay que impulsar la lectura”, dije. Y aplaudieron. Pero luego dijeron: “Un momento, ese es aprista”. Y proyectaron sobre mí sus odios y rencores. Pero no importa, mi corazón está abierto.
Pero yo les digo desde aquí: Me reuniría a trabajar con la juventud de todos los partidos políticos por la educación de mi país. Por poner al Perú a leer. ¿Ustedes se sentarían con un aprista?
90 AÑOS DE HISTORIA
Cuántos debates, batallas en las calles vienen a mi memoria en este momento. Tantas anécdotas. Tantas historias que aún, creo, no es el momento de contar. Pero llegará ese momento.
Mi corazón no alberga rencores contra nadie. Leo la vida de Cristo y, aunque no soy cristiano, trato de regirme por los principios de Él.
Si alguna vez los ofendí, les ofrezco disculpas. Fue un exceso de ímpetu, de juventud. De idealismo.
Me mantengo firme en mis ideas, en mi fe, en mi aprismo.
Soy felíz de haber conocido personas maravillosas, gente humilde, esos anónimos que construyen día a día el aprismo. De haber tenido la oportunidad de conocer otros países, otras realidades y aprender. Es la ocasión de retribuir, sin duda.
Algunas personas dicen: su abuelo fue aprista, su papá también, el hijo lo es, y el nieto también lo será. Déjenlo escoger.
Yo les diría lo mismo: Su bisabuelo fue antiaprista, el abuelo también, el padre igual, y el hijo… Déjenlo escoger.
Ser aprista es un llamado a la historia del Perú. Lastimosamente, el odio es ensalzado mucho más por la pluma en manos equivocadas.
¡Abran paso a la historia! ¡Viva el APRA! ¡Viva el Perú!
Share on :

0 comentarios:

 
© Copyright A.P.R.A. | 1924 - 2022 | APRA - Some rights reserved | Powered by Blogger.com.
Developed by ORREGO-wmb | Published by Borneo Templates and Theme4all