Por Alan García Pérez
Presidente del APRA
“Algo que no he podido hacer nunca es separar el aspecto legendario con el que entendía a Haya de la Torre en mis primeros años de la noción abstracta y heroica del pueblo, actuando en la historia. Haya de la Torre es la puerta por la cual yo entré a la política y comencé a entender las contradicciones sociales y la marginación de los grupos y la pobreza y a verlo un poco como la esperanza para toda la gentes sin esperanza.
Nunca pude dejar de verlo como un revolucionario, como un transformador social, como una especie de evangelista.
Y su teoría siempre tuvo una connotación tremendamente humana, y creo que ese fue el gran valor de Haya de la Torre, él fue un revolucionario, el constructor del socialismo americano, él fue quien con el nombre del Aprismo afirmó los valores nacionales, democráticos, la transformación del estado y, fundamentalmente, la moral como una causa política de acción y de solidaridad con la mayoría nacional. Y todo eso lo tradujo en todas sus vivencias humanas, él expresaba todo su valor de promesa en su vida, permanentemente yo lo he visto despojarse de abrigos o no comer delante de gente pobre, porque tenía una recóndita vergüenza porque la gente no pudiera comer lo que él podía, y porque sentía quizás, en medio de la realización de su partido, el ansia de hacer algo más por la gente.
Haya de la Torre era un hombre tremendamente comprometido con las cosas cotidianas.
En política se cree que un presidente debe tener una enorme frialdad y pensar geológicamente en Perú, interpretarlo en términos geográficos, el valor de Haya de la Torre era interpretar en términos humanos en el Perú, el Perú como la suma de los peruanos, el Perú como la carne de los peruanos, y especialmente la carne más pobre y la parte más humilde de nuestro país que es la primera que debe ser atendida, y Haya de la Torre era en este aspecto muy comprometido con la gente”.
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