Brutal caída del presidente Humala en las encuestas puede llevarlo a más desatinos que los vistos hasta el momento.
Por Cesar Campos
Coincido con el presidente Ollanta Humala en que un gobernante no debe sujetar sus acciones a los vaivenes del humor público, sean favorables o desfavorables. Pero cuando esos vaivenes estancan la curva de aprobación y la llevan hacia abajo a límites paupérrimos, la alarma es necesaria tanto como el análisis de lo que la provoca.
Humala ha caído a 10% de respaldo ciudadano en la última encuesta nacional de GFK y tiene 85% de rechazo. Es el presidente más impopular de América Latina y posiblemente del mundo. Su esposa, la lideresa del Partido Nacionalista, tiene 11%. Ni los ponchos, chullos o vestidos aymaras han salvado a ambos del descrédito y, por el contrario, los han exhibido como falsos, improvisados y demagogos.
Y eso de acusar a la prensa de hacer una “campaña de demolición” —mientras sus amigos y amigas periodistas demuelen más bien a los adversarios— también se les ha desbaratado: solo un 14 % cree que es cierto y un contundente 75 % afirma que las denuncias se justifican.
Temamos a este mandatario del 10%. Sin liderazgo, con una bancada parlamentaria disminuida, con únicamente ayayeros de poca monta e influencia que lo defienden, con cientos de trolls asalariados en las redes cada vez más atrevidos e insultantes, estando contra las cuerdas por las investigaciones de su patrimonio, Humala puede hacer más tonterías. Ojo y vigilancia.
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