Por César Campos cesarcamposlima@yahoo.com
Cumplidos los primeros 31 días de su gobierno, resulta muy interesante cada uno de los análisis que enfocan la gestión presidencial de Alan García. La amplia gama de perspectivas soporta desde entusiasmos grandilocuentes hasta juicios severos que no conceden una pizca de mérito al desempeño de la segunda administración aprista.
El centro sigue siendo el mejor refugio de la mayoría de compatriotas. Hay confianza en el mandatario y adhesión a sus medidas iniciales, muchas de ellas aguardadas en silencio y quizás con rabia contenida por no haberlas saboreado en anterior oportunidad. Pero también hay distancias reflexivas sobre la coherencia del proyecto quinquenal, el proceder de García con sus ministros u otros altos funcionarios y la capacidad de menguar los conflictos sociales latentes en diversas zonas del país.
Pero llama la atención aquel balance que atribuye a jefe de Estado haber hecho cosas sólo para las tribunas. Se entiende esta metáfora deportiva como la acción de un individuo que apenas le interesa encandilar a los espectadores con su juego virtuoso, pero desprovisto de concreción. Corre el gramado, driblea, domina la pelota, hace sombreros y huachas, pero nunca mete goles.
No parece muy equilibrada esta apreciación. Primero, porque –usando la misma secuencia futbolera– el partido recién ha comenzado. Los 90 minutos de juego equivalen a 60 meses de gestión y todavía resuena el eco del pitazo inicial. El capitán del equipo, ciertamente, encontró a las tribunas con bronca, a punto de quemar el estadio y –como en la tragedia de 1964– encarnando a su “negro Bomba” en un ex comandante del Ejército. El arbitraje se venía a menos y los jugadores destilaban efluvios de Etiqueta Azul en el centro de la cancha. Unos cuantos exigían el fin del partido junto a la devolución del valor de su entrada. Bajo esta óptica, ha estado bien que el capitán del equipo haya hecho buenas fintas para las tribunas, devolviéndole la esperanza al sufrido hincha peruano. El juego está bonito pero es verdad que aún faltan los goles para clasificarnos en las ligas mayores de la competencia mundial. Esperemos que avance el partido.
Cumplidos los primeros 31 días de su gobierno, resulta muy interesante cada uno de los análisis que enfocan la gestión presidencial de Alan García. La amplia gama de perspectivas soporta desde entusiasmos grandilocuentes hasta juicios severos que no conceden una pizca de mérito al desempeño de la segunda administración aprista.
El centro sigue siendo el mejor refugio de la mayoría de compatriotas. Hay confianza en el mandatario y adhesión a sus medidas iniciales, muchas de ellas aguardadas en silencio y quizás con rabia contenida por no haberlas saboreado en anterior oportunidad. Pero también hay distancias reflexivas sobre la coherencia del proyecto quinquenal, el proceder de García con sus ministros u otros altos funcionarios y la capacidad de menguar los conflictos sociales latentes en diversas zonas del país.
Pero llama la atención aquel balance que atribuye a jefe de Estado haber hecho cosas sólo para las tribunas. Se entiende esta metáfora deportiva como la acción de un individuo que apenas le interesa encandilar a los espectadores con su juego virtuoso, pero desprovisto de concreción. Corre el gramado, driblea, domina la pelota, hace sombreros y huachas, pero nunca mete goles.
No parece muy equilibrada esta apreciación. Primero, porque –usando la misma secuencia futbolera– el partido recién ha comenzado. Los 90 minutos de juego equivalen a 60 meses de gestión y todavía resuena el eco del pitazo inicial. El capitán del equipo, ciertamente, encontró a las tribunas con bronca, a punto de quemar el estadio y –como en la tragedia de 1964– encarnando a su “negro Bomba” en un ex comandante del Ejército. El arbitraje se venía a menos y los jugadores destilaban efluvios de Etiqueta Azul en el centro de la cancha. Unos cuantos exigían el fin del partido junto a la devolución del valor de su entrada. Bajo esta óptica, ha estado bien que el capitán del equipo haya hecho buenas fintas para las tribunas, devolviéndole la esperanza al sufrido hincha peruano. El juego está bonito pero es verdad que aún faltan los goles para clasificarnos en las ligas mayores de la competencia mundial. Esperemos que avance el partido.
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