lunes, julio 16, 2007

Sin talla

Resulta increíble que haya aún peruanos que no miden las consecuencias que pueden producir los enfrentamientos y la violencia en las calles o plazas públicas. Peor aún, cuando una autoridad local –de la manera más indecente e inoportuna– sale al balcón del palacio municipal –donde despachaba en el preciso momento en que el presidente de la República pronunciaba un discurso en la Plaza de Armas de Trujillo– para enardecer a las masas.

En muchos lugares, especialmente al interior del país, ¿qué clase de presidentes regionales y alcaldes ha elegido el pueblo? Esta es una interrogante legítima al conocer cómo, desde los despachos de autoridades regionales y municipales, algunos antisociales se han subido al carro huelguístico del SUTEP. Y lo más censurable es que lo han hecho no para encontrar salidas al paro politizado de Patria Roja, sino para soliviantar los ánimos y alentar más disturbios, a lo que por décadas nos tiene acostumbrado una dictadura sindical.

Esto es lo que ha sucedido en distintas ciudades cuando ciertas autoridades han aparecido apoyando a las turbas del SUTEP, las que –cual barra brava– atacan la majestad del presidente de la República, Alan García Pérez, mientras exponía sus puntos de vista sobre el acontecer del país o ejercía su facultad de inaugurar obras públicas. Una de las últimas escenas bochornosas ocurrió en Trujillo, cuando un grupo de huelguistas quiso agredir a ciudadanos que escuchaban al jefe de Estado, a quienes les arrancaron sus banderas y se las quemaron. Obviamente la reacción de muchos apristas, que participaban de esa reunión pública, fue de indignación, produciéndose así una trifulca callejera con los sutepistas.

Pero en esta coyuntura de violencia no faltó una vez más la actitud irresponsable de un alcalde –como el de Trujillo– que lejos de evitar más enfrentamientos –que siempre conllevan consecuencias peligrosas para la integridad física de las personas– salió a la plaza para echar más leña al fuego, alterando así más los ya bastante crispados ánimos de la gente.

¿Hasta cuándo vamos a elegir a presidentes regionales y alcaldes sin talla? ¿Es que estas autoridades no se dan cuenta de los graves daños que acarrean los conflictos, tal como hemos visto hace unos días: policías heridos, uno de ellos muerto por una piedra en la cabeza; similar caso se vio en el caso de una niña asesinada por vándalos del SUTEP? ¿Qué clase de alcalde tiene Trujillo que avala actos agresivos de huelguistas desquiciados que intentaban interrumpir una reunión pacífica de ciudadanos que querían ver y escuchar al presidente de la República? Creemos que la ecuanimidad y las buenas formas deben primar, principalmente por parte de las autoridades elegidas por el pueblo, para no caer fácilmente en el papel de carboneros o atizadores de huelgas, allí donde los escolares son las víctimas de una cúpula sindical totalitaria y comunista.
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