viernes, febrero 22, 2008

HAYA DE LA TORRE: Hombre y leyenda


Por c. ALAN GARCIA PEREZ

Yo conocí a Haya de la Torre en nom bre y en leyenda mucho antes de en contrarle físicamente y ello ocurrió por que yo soy hijo de aprista y tuve la primer conciencia cuando mi padre estaba preso por ser Secretario de Organización del Partido, Haya de la Torre representaba entonces una referencia permanente en el hogar de mi familia y siempre significaba una presencia y una esperanza mencionada en todo momento.

Cuando conocí a Haya de la Torre, casi un niño, tenía 12 años, y él, estoy seguro, no reparó en mí en medio de tanta gente. La primera vez que lo vi fue después de las elecciones de 1962, en un campamento juvenil organizado en chosica donde él llegó en el carro de Arnaldo Alvarado, y lo vi sólo a tres o cuatro metros de distancia. No pude acercarme más, estaba vestido con una casaca de cuero, muy juvenil. Él hizo un discurso tremendamente reflexivo para los jóvenes de entonces. Reconoció que el partido no era ya la mayoría nacional y que había que conservar cuidadosamente el tercio, que teníamos en ese momento, y lo que más me impresionó aparte de su personalidad, fue la mención que hizo sobre la necesidad de hacer un apostolado muy abierto a todas las gentes que pudieran convocarse en torno al APRA.

Por primera vez lo escuché mencionar a San Pablo, años más tarde me explicó que en su concepto, San Pablo era el judío más importante que había difundido el cristianismo, y su referencia a él, en la primera ocasión en que lo conocí, tenía por objeto decirles a los jóvenes apristas que debían ir hasta los indiferentes, y hasta la gente no aprista. Para mí ese es el recuerdo más vivo y más grande de Haya de la Torre después de un contraste electoral, en el que triunfó pero sin la dimensión que esperábamos entonces. En esos años yo había visto a Haya de la Torre en grandes manifestaciones, en la del Campo de Marte, que como a todos, impresionó por su dimensión y, sin embargo, los resultados electorales no fueron correlativos a las manifestaciones o a la concurrencia en los actos públicos. Me asombró encontrar, días después de la elección, en ese campamento juvenil, un Haya de la Torre muy reflexivo, muy sereno, que en ningún momento perdió la calma y que dio esa lección: si no hemos alcanzado una mayor victoria hay que buscarla en la gente que no ha querido votar, explicándonos por qué no han entendido al partido.

Algo que no he podido hacer nunca, es separar el aspecto legendario con el que entendía a Haya de la Torre en mis primeros años, de la noción abstracta y heroica del pueblo, actuando en la historia. Haya de la Torre es la puerta por la cual yo entré a la política y comencé a entender las contradicciones de los grupos y la pobreza y a verlo un poco como la esperanza para todas las gentes sin esperanzas.

Nunca pude dejar de verlo como un revolucionario, como un transformador social, como una especie de evangelista.

Y su teoría siempre tuvo una connotación tremendamente humana, y creo que ese fue el gran valor de revolucionario, el constructor del socialismo americano, él fue quien con el nombre de Aprista afirmó los valores nacionales, democráticos, la transformación del Estado y, fundamentalmente, la moral como una causa política de acción y de solidaridad con la mayoría nacional.

Y todo eso lo tradujo en todas sus vivencias humanas, él expresaba todo su valor de promesa en su vida, permanentemente. Yo le he visto despojarse de abrigos o no comer delante de gente pobre, porque tenía una recóndita vergüenza por que la gente no pudiera comer lo que él podía, y porque sentía quizás, en medio de la realización de su partido, el ansia de hacer algo más por la gente.

Haya de la Torre era un hombre tremendamente comprometido con las cosas cotidianas.

En política se cree que un presidente debe tener una enorme frialdad y pensar geológicamente en Perú, interpretarlo en términos geográficos; el valor de Haya de la Torre era interpretar en términos humanos el Perú, el Perú como la suma de los peruanos, el Perú como la carne de los peruanos y especialmente la carne más pobre y la parte más humilde de nuestro país que es primera que debe ser atendida, y Haya de la Torre era en este aspecto muy comprometido con la gente.
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