Quién entiende esa lógica por la cual lo anecdótico es más relevante que lo trascendente. El gobierno ha iniciado un plan piloto para apoyar de manera directa a quienes se encuentren en situación de extrema pobreza y ya salieron los negativos de siempre, a criticarlo todo.
A los efectos, se ha recurrido a las fuerzas armadas como una garantía de independencia y, en medio de un pudor -en nuestro criterio excesivo-, el gobierno insiste en alejar cualquier signo de politización en torno a una ayuda que tiene mucho más de humanitaria que de política por que va y llega directamente al poblador que sufre los embates de la herencia neoliberal en hambre y desempleo, eso que algunos prefieren no recordar, en medio de esa costumbre insana de mirar sus propios intereses por encima de los intereses de la nación.
Sin embargo, un debate estéril y lleno de encono llena de titulares interesados alguna prensa, al punto que los detractores del apoyo que brinda el Estado consistente en productos de primerísima necesidad, sólo debaten sobre la naturaleza de los envoltorios, quien distribuye los alimentos y a que hora se realiza esta entrega.
No importan entonces las razones de fondo, que las fuerzas armadas son una garantía de impermeabilidad politiquera, que la hora elegida es aquella donde encontramos realmente a los pobladores en sus hogares porque salen muy temprano a trabajar y no llegan sino hasta altas horas de la noche, ni siquiera que el procedimiento usado evita esas colas inmisericordes en la que el clientelaje hace de las suyas cediendo a las tentaciones de entregar un volante o trasladar una consigna con cada bolsa de alimento como ha sucedido en otros tiempos.
Pero además de todo lo descrito, no es el proyecto el que se analiza, ni sus características, ni su impacto social. Nadie se ha detenido a ver las necesidades objetivas de esta gente, ni siquiera las urgencias que podrían estarse resolviendo, sólo importa la crítica por la crítica y la forma como de un hecho absolutamente social, logran algún rédito político-electoral.
El líder de los nazi-onalistas ha llegado incluso al clímax de lo paranormal al “anunciar el inicio de la campaña electoral del APRA”. Olvida este señor autócrata con tufo militarista que llegó a la política hace muy poco tiempo, que efectivamente el APRA está en campaña, sólo que se equivoca en los tiempos. El APRA señor, comenzó su campaña a favor de los pobres anunciando sus objetivos, planes y programas aquel 7 de mayo de 1924 cuando Haya de la Torre proclamó la fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana. Lógica ésta, que el señor Humala no entenderá jamás, por que para él, que es una especie de outsider en medio de un partido de fútbol que aún no empieza, todo es coyuntural y nada tiene historia, ni pasado.
Cuanta razón tienen algunos compañeros que exhiben orgullosos sus décadas de entrega a la causa del pueblo cuando dicen que con sólo dos años “haciendo política” y recaudando fondos, no tiene el señor Humala ningún derecho a ningunear las obras sociales de un gobierno profundamente vinculado al pueblo. Sino, que le pregunten a los pobladores de la urbanización Lomas de Carabayllo, del cono norte de Lima, y en Villa El Salvador, en el cono sur de la capital, si los alimentos que recibieron, no les ha servido para nada.
A los efectos, se ha recurrido a las fuerzas armadas como una garantía de independencia y, en medio de un pudor -en nuestro criterio excesivo-, el gobierno insiste en alejar cualquier signo de politización en torno a una ayuda que tiene mucho más de humanitaria que de política por que va y llega directamente al poblador que sufre los embates de la herencia neoliberal en hambre y desempleo, eso que algunos prefieren no recordar, en medio de esa costumbre insana de mirar sus propios intereses por encima de los intereses de la nación.
Sin embargo, un debate estéril y lleno de encono llena de titulares interesados alguna prensa, al punto que los detractores del apoyo que brinda el Estado consistente en productos de primerísima necesidad, sólo debaten sobre la naturaleza de los envoltorios, quien distribuye los alimentos y a que hora se realiza esta entrega.
No importan entonces las razones de fondo, que las fuerzas armadas son una garantía de impermeabilidad politiquera, que la hora elegida es aquella donde encontramos realmente a los pobladores en sus hogares porque salen muy temprano a trabajar y no llegan sino hasta altas horas de la noche, ni siquiera que el procedimiento usado evita esas colas inmisericordes en la que el clientelaje hace de las suyas cediendo a las tentaciones de entregar un volante o trasladar una consigna con cada bolsa de alimento como ha sucedido en otros tiempos.
Pero además de todo lo descrito, no es el proyecto el que se analiza, ni sus características, ni su impacto social. Nadie se ha detenido a ver las necesidades objetivas de esta gente, ni siquiera las urgencias que podrían estarse resolviendo, sólo importa la crítica por la crítica y la forma como de un hecho absolutamente social, logran algún rédito político-electoral.
El líder de los nazi-onalistas ha llegado incluso al clímax de lo paranormal al “anunciar el inicio de la campaña electoral del APRA”. Olvida este señor autócrata con tufo militarista que llegó a la política hace muy poco tiempo, que efectivamente el APRA está en campaña, sólo que se equivoca en los tiempos. El APRA señor, comenzó su campaña a favor de los pobres anunciando sus objetivos, planes y programas aquel 7 de mayo de 1924 cuando Haya de la Torre proclamó la fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana. Lógica ésta, que el señor Humala no entenderá jamás, por que para él, que es una especie de outsider en medio de un partido de fútbol que aún no empieza, todo es coyuntural y nada tiene historia, ni pasado.
Cuanta razón tienen algunos compañeros que exhiben orgullosos sus décadas de entrega a la causa del pueblo cuando dicen que con sólo dos años “haciendo política” y recaudando fondos, no tiene el señor Humala ningún derecho a ningunear las obras sociales de un gobierno profundamente vinculado al pueblo. Sino, que le pregunten a los pobladores de la urbanización Lomas de Carabayllo, del cono norte de Lima, y en Villa El Salvador, en el cono sur de la capital, si los alimentos que recibieron, no les ha servido para nada.
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