Por Mary A. O´ Grady
La economía de Perú anda bien estos días. El presidente Alan García, un político inteligente, con experiencia y legendario por sus discursos populistas, ahora está tratando de promocionar el país ante los inversionistas. Y sus argumentos son buenos: la economía ha crecido a un promedio anual de más de 6,2% en los últimos seis años y esto se debe a mucho más que un auge en las exportaciones mineras. Perú ha prosperado por su competitividad, algo inimaginable hace una década.
Después de una presidencia desastrosa entre 1985 y 1990 y de años de exilio, García regresó y se postuló de nuevo a la presidencia. Su victoria en 2006 se dio fundamentalmente gracias al temor de los peruanos de que su rival implantara un gobierno de estilo chavista.
El García de ahora habla el lenguaje de alguien que renació con principios económicos liberales y defiende los mercados como una forma de reducir la pobreza. En Perú, esta transformación es aún un tema de debate. Lo que puedo asegurar, después de esta entrevista, es que García se aferra firmemente a los principios detrás de los argumentos en los que dice creer.
Los peruanos están descubriendo sus ventajas en mercados nicho del mundo en varios sectores aparte de la industria minera, incluyendo la manufactura, confección y agricultura. ¿Cómo ha sucedido todo esto?
"Pienso que el cambio esencial está en el modelo económico comercial de Perú", dice García. El país "ha decidido meterse en la economía global, abrir sus fronteras a la inversión, bajar aranceles [y] garantizar una estabilidad fiscal y monetaria. Pienso que esto, sostenido ya por más de 10 años, está dando frutos".
García también reconoce que muchos de sus vecinos no están cortejando a los inversores, lo cual beneficia a Perú. "[En la región], Perú parece el país que más favorece la modernización", generando un nivel de inversión "que es extraordinario". El país ha tenido "una importante tasa de crecimiento en los últimos tres años, desde 6% hasta casi 8% y luego 9% por año. Esperamos mantener, este año la tasa de crecimiento más alta y el nivel de inflación más bajo en Sudamérica".
Razones del cambio
Para un país marcado por décadas de pobreza y violencia, esto es algo casi milagroso. Pero quizás lo más sorprendente sea que el populista de izquierda más notorio de los años 80 ahora defienda el libre mercado. Le pregunté al presidente que me explicara este cambio.
"Primero, más que leer, uno tiene que ver la realidad y esta realidad es lo que ha cambiado. Hace 25 años, el mundo se dividió en dos", dice García, "y lo que no existía era la extraordinaria revolución en las comunicaciones y la informática, que es la base de todo el cambio en el mundo económico actual y del cambio en nuestras ideas. Internet, el dinero electrónico, la apertura económica sin fronteras, esto es que lo ha impulsado el cambio de pensamiento. Esta nueva realidad exige que no nos opongamos a la ola de globalización sino que la aprovechemos a favor de la sociedad".
Aún más sorprendente para los que recuerdan al viejo Alan García es su nueva fe en el sector privado como un motor de progreso humano. "Estamos comenzando un capítulo totalmente nuevo en la economía. El mundo está conectado y existe una democratización creciente a través de la participación de consumidores y productores". El rol del gobierno, según su opinión, es "persuadir a la gente —éste es su rol como líder— a que se abra a todas las posibilidades de... inversión y, con esto, descentralizar la actividad económica y así crear más empleo".
Sin embargo, sus críticos en Lima dicen que todavía tiene que demostrar su temple para impulsar la próxima fase de reformas. Perú particularmente necesita una reforma laboral que reduzca el costo de contratar y despedir a los trabajadores. Esto requerirá recortes en los impuestos de nómina y obligaciones de indemnización a las compañías cuando despiden a los trabajadores.
García está de acuerdo con que la regulación laboral es una traba para las compañías. "Ya no vivimos en una economía cerrada proteccionista. Esta es una economía de competencia y velocidad. Y por eso, las empresas están destinadas a nacer, vivir y morir porque cualquier compañía puede entrar a un mercado y desplazar a otra. En este sentido, las compañías están condenadas a la inestabilidad. Como consecuencia, no podemos continuar con conceptos que vienen de otro tiempo y otra situación".
Formalizar las masas
El problema de la inestabilidad, dice, dificulta la vida de los trabajadores peruanos. "Necesitamos una reforma que formalice a las masas —un 70% de los trabajadores peruanos— que trabajan en el sector informal y no tienen derechos, así como a los comercios que no son legales y no pagan impuestos".
Para reducir la economía informal, García parece estar a favor de los incentivos. En vez de contratar un ejército de inspectores, sabe que las reglas del juego deben cambiar. García dice que Perú tiene que bajar el costo de estar en el sector formal si quiere "incrementar su capacidad de ahorro interno a través de fondos de pensión y aumentar su capacidad de ofrecer planes de salud a los peruanos". Sin esos cambios, el país se quedará estancado en la "informalidad", lo que el presidente describe como "la esclavitud del siglo XXI".
Una significativa reforma laboral ayudaría mucho a borrar sus pecados del pasado y quizás también asegurar su legado. Pero mucho dependerá de la inflación. García culpa el alza en los precios de los alimentos al "desastroso programa de etanol" y el hecho de que el país no cultiva trigo y tiene que importarlo del exterior.
García quiere que el mundo sepa que es un creyente en la conexión entre la libertad y el progreso humano. Pero los peruanos no están tan ansiosos por bendecir su conversión. Parecería que la clave para poner fin al debate y reescribir los libros de historia es el poner su visión en acción.
Optimismo no le falta, y desestima un escenario de ruina y oscuridad. "Cuando dicen que el mundo está amenazado por la inmigración, la pobreza, la destrucción del medio ambiente y la concentración de monopolios, me río. Yo tengo una fe total en que la inteligencia humana y la tecnología superarán cualquier obstáculo, geográfico o social".
Después de una presidencia desastrosa entre 1985 y 1990 y de años de exilio, García regresó y se postuló de nuevo a la presidencia. Su victoria en 2006 se dio fundamentalmente gracias al temor de los peruanos de que su rival implantara un gobierno de estilo chavista.
El García de ahora habla el lenguaje de alguien que renació con principios económicos liberales y defiende los mercados como una forma de reducir la pobreza. En Perú, esta transformación es aún un tema de debate. Lo que puedo asegurar, después de esta entrevista, es que García se aferra firmemente a los principios detrás de los argumentos en los que dice creer.
Los peruanos están descubriendo sus ventajas en mercados nicho del mundo en varios sectores aparte de la industria minera, incluyendo la manufactura, confección y agricultura. ¿Cómo ha sucedido todo esto?
"Pienso que el cambio esencial está en el modelo económico comercial de Perú", dice García. El país "ha decidido meterse en la economía global, abrir sus fronteras a la inversión, bajar aranceles [y] garantizar una estabilidad fiscal y monetaria. Pienso que esto, sostenido ya por más de 10 años, está dando frutos".
García también reconoce que muchos de sus vecinos no están cortejando a los inversores, lo cual beneficia a Perú. "[En la región], Perú parece el país que más favorece la modernización", generando un nivel de inversión "que es extraordinario". El país ha tenido "una importante tasa de crecimiento en los últimos tres años, desde 6% hasta casi 8% y luego 9% por año. Esperamos mantener, este año la tasa de crecimiento más alta y el nivel de inflación más bajo en Sudamérica".
Razones del cambio
Para un país marcado por décadas de pobreza y violencia, esto es algo casi milagroso. Pero quizás lo más sorprendente sea que el populista de izquierda más notorio de los años 80 ahora defienda el libre mercado. Le pregunté al presidente que me explicara este cambio.
"Primero, más que leer, uno tiene que ver la realidad y esta realidad es lo que ha cambiado. Hace 25 años, el mundo se dividió en dos", dice García, "y lo que no existía era la extraordinaria revolución en las comunicaciones y la informática, que es la base de todo el cambio en el mundo económico actual y del cambio en nuestras ideas. Internet, el dinero electrónico, la apertura económica sin fronteras, esto es que lo ha impulsado el cambio de pensamiento. Esta nueva realidad exige que no nos opongamos a la ola de globalización sino que la aprovechemos a favor de la sociedad".
Aún más sorprendente para los que recuerdan al viejo Alan García es su nueva fe en el sector privado como un motor de progreso humano. "Estamos comenzando un capítulo totalmente nuevo en la economía. El mundo está conectado y existe una democratización creciente a través de la participación de consumidores y productores". El rol del gobierno, según su opinión, es "persuadir a la gente —éste es su rol como líder— a que se abra a todas las posibilidades de... inversión y, con esto, descentralizar la actividad económica y así crear más empleo".
Sin embargo, sus críticos en Lima dicen que todavía tiene que demostrar su temple para impulsar la próxima fase de reformas. Perú particularmente necesita una reforma laboral que reduzca el costo de contratar y despedir a los trabajadores. Esto requerirá recortes en los impuestos de nómina y obligaciones de indemnización a las compañías cuando despiden a los trabajadores.
García está de acuerdo con que la regulación laboral es una traba para las compañías. "Ya no vivimos en una economía cerrada proteccionista. Esta es una economía de competencia y velocidad. Y por eso, las empresas están destinadas a nacer, vivir y morir porque cualquier compañía puede entrar a un mercado y desplazar a otra. En este sentido, las compañías están condenadas a la inestabilidad. Como consecuencia, no podemos continuar con conceptos que vienen de otro tiempo y otra situación".
Formalizar las masas
El problema de la inestabilidad, dice, dificulta la vida de los trabajadores peruanos. "Necesitamos una reforma que formalice a las masas —un 70% de los trabajadores peruanos— que trabajan en el sector informal y no tienen derechos, así como a los comercios que no son legales y no pagan impuestos".
Para reducir la economía informal, García parece estar a favor de los incentivos. En vez de contratar un ejército de inspectores, sabe que las reglas del juego deben cambiar. García dice que Perú tiene que bajar el costo de estar en el sector formal si quiere "incrementar su capacidad de ahorro interno a través de fondos de pensión y aumentar su capacidad de ofrecer planes de salud a los peruanos". Sin esos cambios, el país se quedará estancado en la "informalidad", lo que el presidente describe como "la esclavitud del siglo XXI".
Una significativa reforma laboral ayudaría mucho a borrar sus pecados del pasado y quizás también asegurar su legado. Pero mucho dependerá de la inflación. García culpa el alza en los precios de los alimentos al "desastroso programa de etanol" y el hecho de que el país no cultiva trigo y tiene que importarlo del exterior.
García quiere que el mundo sepa que es un creyente en la conexión entre la libertad y el progreso humano. Pero los peruanos no están tan ansiosos por bendecir su conversión. Parecería que la clave para poner fin al debate y reescribir los libros de historia es el poner su visión en acción.
Optimismo no le falta, y desestima un escenario de ruina y oscuridad. "Cuando dicen que el mundo está amenazado por la inmigración, la pobreza, la destrucción del medio ambiente y la concentración de monopolios, me río. Yo tengo una fe total en que la inteligencia humana y la tecnología superarán cualquier obstáculo, geográfico o social".
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