La senadora terminó una lucha de 17 meses por la candidatura presidencial, respaldando en forma inequívoca a su victorioso contrincante, Barack Obama. Pero dejó en claro que desde ahora nadie duda que una mujer puede ser presidenta del país.
En una magnífica pieza oratoria convirtió derrota en triunfo. La abanderada de las mujeres logró, según sus propias palabras, que nunca más sorprenda que una mujer gane elecciones internas, que sea nominada a la Presidencia o que llegue a la primera magistratura.
El respaldo a Obama fue total, inequívoco, claro y repetido varias veces. Con lo que sus críticos que la acusan de partir y debilitar las chances del partido Demócrata, ven debilitados sus argumentos. Aún así, queda por ver si esa gran masa de votantes sigue su consejo al pie de la letra.
Con gran dominio de la escena, como una consumada actriz, transmitiendo emoción a raudales y sin quebrarse en ningún momento, dejó su legado político como el logro más notable jamás alcanzado en la vida política de una mujer en su país.
Para algunos observadores, Hillary se posicionó para ser la eventual compañera de fórmula del senador negro. Pero otros analistas creen que su meta está en que Obama no ofrezca ese cargo a ninguna otra mujer. Para todos, quedó claro que Hillary Clinton dio una pieza oratoria para que resista el paso del tiempo y sea recordada dentro de muchos años.
Lo que no está claro es si ella repetirá su esfuerzo, pueblo por pueblo, para traccionar votos a favor de quien la derrotó.
Durante toda la larga y dura campaña, ella evitó caer en la trampa de la discusión del género de los candidatos y de los argumentos feministas o por lo menos del enfoque femenino de los problemas. Pero el sábado de la despedida no se privó de aludir al tema de modo central.
Junto a su hija Chelsea y su madre Dorothy Rodham – y levantando las manos de ambas en el comienzo del acto- dijo que la pregunta sobre si una mujer podía ser comandante en jefe de las fuerzas armadas del país, había sido respondida positivamente. No vaciló en adherir al lema de campaña de Obama, cuando repetió: “Sí podemos”.
Sin duda la parte más emocionante del discurso fue cuando se refirió a los logros de ella y del mismo Obama en esta dura campaña, y cómo ambos voltearon barreras seculares y clavaron hitos que transformarán definitivamente el escenario político estadounidense.
El respaldo a Obama fue total, inequívoco, claro y repetido varias veces. Con lo que sus críticos que la acusan de partir y debilitar las chances del partido Demócrata, ven debilitados sus argumentos. Aún así, queda por ver si esa gran masa de votantes sigue su consejo al pie de la letra.
Con gran dominio de la escena, como una consumada actriz, transmitiendo emoción a raudales y sin quebrarse en ningún momento, dejó su legado político como el logro más notable jamás alcanzado en la vida política de una mujer en su país.
Para algunos observadores, Hillary se posicionó para ser la eventual compañera de fórmula del senador negro. Pero otros analistas creen que su meta está en que Obama no ofrezca ese cargo a ninguna otra mujer. Para todos, quedó claro que Hillary Clinton dio una pieza oratoria para que resista el paso del tiempo y sea recordada dentro de muchos años.
Lo que no está claro es si ella repetirá su esfuerzo, pueblo por pueblo, para traccionar votos a favor de quien la derrotó.
Durante toda la larga y dura campaña, ella evitó caer en la trampa de la discusión del género de los candidatos y de los argumentos feministas o por lo menos del enfoque femenino de los problemas. Pero el sábado de la despedida no se privó de aludir al tema de modo central.
Junto a su hija Chelsea y su madre Dorothy Rodham – y levantando las manos de ambas en el comienzo del acto- dijo que la pregunta sobre si una mujer podía ser comandante en jefe de las fuerzas armadas del país, había sido respondida positivamente. No vaciló en adherir al lema de campaña de Obama, cuando repetió: “Sí podemos”.
Sin duda la parte más emocionante del discurso fue cuando se refirió a los logros de ella y del mismo Obama en esta dura campaña, y cómo ambos voltearon barreras seculares y clavaron hitos que transformarán definitivamente el escenario político estadounidense.
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