ENTREVISTA: ALAN GARCÍA Presidente de Perú
"El que no se adapta a los cambios de la realidad cae en la demagogia"
Pocos políticos tienen la fortuna de una segunda oportunidad. El presidente peruano, Alan García (Lima, 1949), es uno de ellos. Llegó al cargo por primera vez en 1985, al frente del histórico APRA, con solo 36 años y el carisma de un Kennedy latinoamericano. Pero la ilusión pronto se volvió espejismo. Su política populista llevó la inflación al 7.500%, multiplicó la corrupción y enardeció el terrorismo de Sendero Luminoso. En 1990, abandonaba el poder derrotado por Alberto Fujimori y, dos años más tarde, Perú, perseguido por una catarata de acusaciones de corrupción y con las fuerzas de seguridad pisándole los talones.
Tras nueve años de exilio, Alan García pudo volver a su país en 2001 y recuperar contra pronóstico la presidencia en 2006. Esta vez, no está dispuesto a cometer errores. "La obligación de un político es estudiar y leer, y el que no conoce la realidad y no sigue sus cambios, cae en la demagogia y en el error", asegura. La realidad mundial ha sido "la revolución tecnológica y de la información". Y la realidad peruana, desde los años noventa, es un periodo de estabilidad económica y equilibrio fiscal que ha desembocado en un crecimiento del 8% anual y una reducción considerable de la pobreza (que sigue afectando al 45% de la población). "Hemos querido acentuar ese camino dando más velocidad a la inversión externa y subrayando al mismo tiempo el factor social, con metas como la eliminación del analfabetismo y la extensión de los servicios", señala el presidente peruano. Ha sido la búsqueda de inversiones la razón de su visita relámpago a Madrid, donde ayer se reunió con la patronal, el presidente del Gobierno y el rey Juan Carlos. "Quiero estimular la presencia del capital español en áreas como la generación eléctrica, que tiene una dimensión suramericana". Capital, inversión...
Atrás queda ese "marxismo que nos convenció a todos de que el capital es siempre trabajo no pagado. Un robo, en suma. Como frase es atractiva. Es lo que yo llamo la cosmogonía del socialismo de los siglos XIX y del XX. Una telaraña ideológica que nos impide el desarrollo". Ejemplos concretos: los 63 millones de hectáreas de Amazonia. "La selva puede ser trabajada industrialmente para que produzca oxígeno, madera y trabajo. Pero es una riqueza divina que no se puede tocar, mientras la destruyen los taladores ilegales y los sembradores de coca". O el propio concepto de "comunidad campesina", creado hace 450 años para reubicar a los indígenas en las zonas más improductivas, e idealizado posteriormente "por esa cosmogonía boba que quiere ver en todo eso al buen salvaje del comunismo primitivo. Y después de cinco siglos, esas personas son las más míseras de mi país".
Y donde hay miseria económica, dice García, hay "miseria político-ideológica", caldo de cultivo del rebrote del caudillismo populista y el etnonacionalismo alentados por el venezolano Hugo Chávez. Frente a ello, el presidente peruano esgrime una fórmula: "Probar que el modelo funciona, con desarrollo, trabajo y educación. El sentido de la historia no se detiene ni con palabras, ni con agitación, ni con el precio momentáneo de un barril de petróleo. Simplemente, uno queda fuera de la historia".
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