Por Alfredo Barnechea
Analista Politico
Hace 40 años, mataron a Martin Luther King y a Robert Kennedy. La victoria de Obama cierra esa herida.
Cierra una herida más vieja aún: hace 143 años del fin de la guerra civil. El silencio sobre la esclavitud fue el precio moral que pagaron los padres fundadores para construir el nuevo artefacto republicano que estaban inventando. Esta elección cierra ese largo ciclo histórico.
Reafirma también la posibilidad del sueño americano. Todo es posible.
Asimismo, acaba con las políticas del miedo del 11 de setiembre del 2001, y restablece las políticas de la esperanza.
Ya ha reconectado a los Estados Unidos con el resto del mundo, del que Bush los había separado.
Obama ha organizado una nueva coalición demócrata, basada en una suma de minorías. Obtuvo 95% del voto negro, dos tercios del voto hispano, y la mayoría de quienes tienen postgrados universitarios.
Qué va a hacer con la crisis, es ya otra cuestión.
Como lo demostró Schumpeter, el gran contemporáneo de Keynes, el capitalismo se mueve a través de la destrucción creadora. Pero esta es la primera gran crisis del capitalismo global, y nadie sabe de verdad cómo funciona este sistema. Sabemos sí que se han perdido 3 trillones (en el sentido norteamericano) de riqueza en el mundo. Una Latinoamérica entera, más o menos.
Sin embargo, en 1950 la economía del mundo era 7 trillones de dólares, hoy es 60, y crece cada década 7 trillones. ¿Cuánto se demorará el planeta en recuperar lo perdido?
Se atribuye la causa de esta crisis a malas hipotecas. Pero esos activos, con más o menos valor, están allí. Lo que ha desaparecido como una pompa de jabón son los derivados.
Se estima que el valor nominal del mercado de los seguros para créditos es de 62 trillones, más que toda la economía del mundo. Apenas en diciembre del 2005 eran 14 trillones. Una explosión vertiginosa que explica la velocidad de la crisis, uno de sus datos más significativos. Por eso Warren Buffet, el primer inversor del mundo, los llamó armas de destrucción masiva.
Se ha comenzado a atribuir la falla en el sistema, a una falla en los modelos matemáticos en la gestión de riesgo. Pero la crisis mostró una pirámide, un gigantesco esquema de Ponzi, hecho no por un modesto inmigrante italiano, sino por las principales instituciones financieras del mundo. Mientras el riesgo aumentaba, los honorarios de los banqueros se multiplicaban, sin que nadie los controlara. John Gapper ha recordado, en el Financial Times, que en 1929 se habló de bangsters, que vendían al público cosas sin valor, entre ellas… bonos peruanos.
¿Podemos escaparnos de la crisis? A crisis global, efectos globales.
Es cierto que América Latina está mucha más preparada que antes. 460,000 millones de reservas. El servicio de la deuda es 5,6% de su producto. Baja inflación.
Asimismo, China, que ha sido una gran locomotora para los precios latinoamericanos, aunque baje su tasa, seguirá creciendo. Pero China vende básicamente a Europa y a Estados Unidos, que juntos suman 54% del PBI mundial, y ambas esferas están técnicamente en recesión.
En el caso peruano, nuestra economía peruana es muy pequeña en el mundo para gozar de inmunidad. Nuestros principales socios comerciales están en recesión. Los precios de las materias primas se han desmoronado. El crédito se va a restringir y encarecer. Vendrá menos inversión.
Pero el Perú está mostrando poco oído a los efectos de la crisis. El ministro de Economía aprendió el libro de texto en el FMI, cuya caja de herramientas no sirve ya para nada (tampoco sirvió en la crisis asiática, y probablemente fue uno de sus gatillos). Por eso hace unas semanas hablaba de luchar contra la inflación, cuando en todo el mundo pensaban ya en políticas contracíclicas.
Tampoco los dirigentes empresariales, ni los gurús económicos, que se han pasado años repitiendo lugares comunes en la línea del consenso de Washington, tienen nada interesante que decir.
La crisis va a crear un nuevo paradigma. Ya Alan Greenspan se presentó en el Congreso americano el 23 de octubre y dijo que había encontrado una imperfección en la teoría del libre mercado.
Resurgirá el multilateralismo. Un nuevo Breton Woods basado en el acuerdo entre países superavitarios (principalmente China y los países de la OPEP) y deficitarios (del que el principal es Estados Unidos). Cambiará seguramente la estructura del FMI, que hoy tiene para prestar 260 mil millones y necesitaría 2 trillones.
Cuando el nuevo laborismo llegó al poder con Blair se dijo todos somos thatcherianos. Ahora todos somos, otra vez, keynesianos. Sin embargo, como Felipe González nos decía en el reciente Foro Iberoamérica, el capital público solo no será suficiente, habrá que inventar otra vez fórmulas mixtas como en la época de Roosevelt.
Las crisis son también oportunidades. En 1973, Dinamarca importaba el 99% de su energía del Medio Oriente, y hoy importa cero después de promover energías renovables. Es el momento para que Perú piense en grande, y desarrolle una matriz energética que combine eficientemente agua y gas, por ejemplo. O fije como meta ser el 2030 una nación exportadora de oxígeno. O traiga a empresas chinas con problemas de cuotas en Estados Unidos, a grandes parques industriales para usar nuestro TLC.
Se necesita liderazgo. Política. Finalmente inteligencia. Y la inteligencia, un gran neurólogo decía hace poco en El País, es lo que uno hace cuando no sabe qué hacer.
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