Harold Alva no me dejará mentir. Caminaba con el excelente poeta y editor por las salas del MALI cuando hicimos el hallazgo, o más bien cuando el hallazgo vino hacia nosotros |
Por Eduardo González Viaña
Fuente Diario La Primera
¿Usted es el señor que necesita una fotografía?-me preguntó un hombre que cargaba un anticuado maletín con la mano derecha mientras que bajo el brazo izquierdo sostenía una bolsa de papel, y en ella, la forma alargada de un pan francés. Después afirmó rotundo:-Sí, usted tiene que ser.
-Me dijeron que debía entregársela a usted.-Abrió el maletín y extrajo un sobre el que sobresalía una foto. Me lo entregó. Antes de que yo pudiera hacerle cualquier pregunta, el hombre escapó.
Harold se había estado quejando de la escasa iconografía de César Vallejo. Aparte de la foto en una banca de París, del dibujo de Picasso y algunos retratos de grupo, muy poco es lo que pueda mostrarnos el rostro del poeta.
-Abre ese sobre, por favor. A lo mejor contiene lo que estamos buscando.
Así lo hice. Ante nuestro desconcierto, en efecto, pronto estuvo en nuestras manos una foto de Vallejo tan desconocida para Harold como para mi. El poeta aparece con su hermano Néstor en el parque de la exposición, justamente en el lugar donde nosotros nos encontrábamos en ese momento.
Mientras Néstor, pulcro y atildado, muestra un rostro hierático, el otro dandy, César Vallejo, se encoge y hace un gesto humorístico frente a la cámara. Es la misma que aparece junto a esta nota periodística.
Creo que no solamente hay escasez de fotos sino también de imágenes públicas acerca del más grande de nuestros poetas. Se le pinta siempre como un hombre desgarrado y como la expresión de un terrible dolor supuestamente metafísico.
Todas las modelos y las reinas de belleza así como muchos políticos se sienten obligados a decir que comprenden y quieren al poeta. Una bella modelo afirmó recientemente que Vallejo era el centro forward de un famoso equipo de fútbol.
Aparte de que esas afirmaciones son poco creíbles y suenan a farsa carnavalesca, distraen la atención acerca de la personalidad de César Vallejo. No se puede pensar, por ejemplo, que esté haciendo juegos frente a la cámara “el poeta del dolor metafísico y callado.”
Vallejo, no precisamente el centro forward ni el inspirador de Alan García en su fase de poeta, fue en realidad un preso político y un candidato a pasar largo tiempo en la cárcel o a morir de súbito castigado por sus ideas socialistas. Los críticos y comentaristas de su obra suelen dedicar solo unas líneas breves —y a veces mezquinas— a este hecho, que es fundamental en la gesta de Trilce y en la comprensión de ese libro y del propio país que le da origen.
Por casualidad, el juez ad hoc que lo persiguió era también abogado de poderosas empresas donde habían estallado sublevaciones sociales: Casa Grande, que en vez de salarios ofrecía coca y raciones de comida a sus trabajadores, y Quiruvilca, la mina donde miles de indios eran empujados a trabajar 20 horas al día hasta la extenuación, la tuberculosis y la muerte.
En la Universidad de Trujillo había nacido entonces una generación de jóvenes intelectuales atraídos por el socialismo, por el anarquismo o por la sola idea cristiana de liberar a los oprimidos. Las grandes empresas y sus agentes querían escarmentarlos, inventarles algún sambenito y eliminarlos físicamente si fuera posible. Vallejo fue la víctima escogida, el incendiario, el terrorista de la época.
¿Y el hombre que nos entregó la fotografía?...Ni Harold Alva ni yo lo volvimos a ver. Quizá se fue corriendo con un pan sobre el hombro.
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