Fuente: horizonteposible.bligoo.es
El uso de adjetivos y un pretendido insulto como arma polìtica...
Gustavo Espinoza Montesinos y Augusto Álvarez Rodrich han vuelto a las andadas y aluden nuevamente, una pretendida conducta violentista del APRA y proclaman eso que llaman “el retorno de los Búfalos”. Sin embargo, campañas como estas no son nuevas, ni casuales. Los enemigos del aprismo hacen esto de manera concertada cada vez que se les agotan los argumentos y no les queda sino que, recurrir al viejo lugar común de mentir y mentir porque algo de lo que digan, quedará.
El primero, veterano comunista que firma sus artículos signando el apellido materno sólo con una M. (creo que para evitar que lo vinculemos con su primo Vladimiro Montesinos) y el segundo, sinuoso neoliberal que funge de demócrata tratando que nadie recuerde sus vínculos con la dictadura fuji-montesinista, se lanzan “con todo” al cumplimiento del nuevo encargo de defender al congresista Sergio Tejada, a propósito de un incidente menor que han tratado de vincular al desaguisado con pinta de informe de la llamada mega-comisión que preside Tejada, quien va por calles y plazas tratando de generar los consensos que no puede lograr en el parlamento, para poder inhabilitar al presidente García. Esta es una movida más de los peones de siempre que esta vez juegan ajedrez en el tablero político del humalismo, pero bajo el patrocinio del antiaprismo de siempre.
UNA DENOMINACIÓN, O UN INSULTO
Lo primero, es lo primero. La acusación de “violentistas”, surgen de la antigua guerra sucia que se desató contra el aprismo desde su fundación, como respuesta de la oligarquía gobernante entonces, ante la incursión del discurso de Haya de la Torre en la escena política nacional, con propuestas innovadoras y revolucionarias que aspiraban poner fin a sus privilegios.
Luego, en medio de la larga y cruel clandestinidad sufrida por el aprismo, los gobiernos de turno usaron “los mismos argumentos” para justificar la intensa e ilegal persecución a cargo de la policía política que, a los efectos, le endilgó al aprismo por su capacidad de respuesta, el mote de “subversivo”.
Desde entonces, y hasta ahora, cada manifestación surgida desde el Partido del Pueblo, va seguida de acusaciones de “antipatriotas”, “subversores de la paz social” y violentistas”, en la misma línea con la que fue declarado fuera de la ley el P.A.P por ser un partido “extranjerizante”, y por el “delito” de propugnar -en la década de los años 30 del siglo pasado-, la integración de los países de Indoamérica.
El PAP, como ninguna otra organización política, sufrió en carne propia los embates del crimen organizado desde el Estado y fue víctima del asesinato por la espalda de muchos de sus dirigentes, entre ellos, Manuel Arévalo Cáceres, secretario general del aprismo liberteño el año 1937 o, Luis Negreiros Vega, Secretario General del APRA y de la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP) quien cayó abatido el 23 de marzo de 1950 víctima, como tantos otros, de la insania y el odio, obligando al aprismo a defenderse y hacer uso legítimo del derecho de defensa, organizándose contra los abusos de las sucesivas dictaduras, hecho que sus adversarios estigmatizaron y convirtieron en campañas políticas contra el APRA.
LOS BÚFALOS
La ignorancia es atrevida. Un término aparentemente peyorativo que usan algunos antiapristas como insulto, es el de “Búfalo. Lo asocian con una pretendida conducta violenta de un animal cuyas características en realidad, no tiene ninguna relación con la naturaleza de la supuesta ofensa.
Veamos. Una de las características más saltantes del “Búfalo”, está en las extraordinarias muestras de solidaridad entre quienes componen sus manadas y que, valgan verdades, muchos seres humanos “inteligentes” deberían imitar. Sin embargo, el pretendido temor que le genera a algunos su dura imagen, en realidad estaría relacionada con el hecho de haberlos visto responder cuando los atacan, hieren o ponen en riesgo su supervivencia, exitosamente, siendo capaz, dicen, que uno solo de ellos puede vencer a una manada completa de leones.
Pero además, en otros planos del quehacer social, el “Búfalo” es también un símbolo popular, fue usado por quienes se lanzaron a la conquista del Oeste norteamericano como un tributo al esfuerzo por dominar la naturaleza y esa misma línea del uso de esa imagen, representa también al esfuerzo y el trabajo de grupos sindicales, de ciudades del mundo que llevan ese nombre, de inmensas corporaciones industriales, comunidades laborales, clubes deportivos, sociales y hasta entidades educativas. Incluso, en la astrología china, el Búfalo representa la prosperidad que es alcanzada a través de la fortaleza y el trabajo.
Por lo dicho, queda claro que la asociación propuesta como una ofensa no guarda relación alguna con el objetivo del insulto que se pretende. En cambio, éste constituye, simbólicamente, un reconocimiento de la conducta leal y la entrega sin condiciones de hombres y mujeres a la causa que representa el partido.
Para los que no saben, la denominación de “Búfalo” fue partidaria y no impuesta desde fuera. Desde 1932, el apelativo se difundió y se hizo muy popular, precisamente, por una invocación histórica a la presencia, liderazgo y obra de Manuel Barreto Risco, quien condujo al pueblo en la Revolución de Trujillo de aquel año, y a quien los más cercanos apodaban de esa forma, aludiendo más que a su condición física, a su nobleza, coraje y esa extraordinaria solidaridad con los perseguidos políticos que lo llevò en más de una ocasión a exponer su propia vida y su seguridad por atender a sus compañeros, cuando el mismo era buscado intensamente por la policía política.
Lo demás, es historia conocida, son leyendas urbanas, medias verdades y pura propaganda de adversarios. Cada vez que se produce una controversia, una confrontación en todos los escenarios del quehacer social y político, surge la imputación de “violentistas”, de “Búfalos”, de “antipatriotas”, expresiones usadas para mellar nuestra moral y nuestra capacidad de respuesta en todos los planos del debate y la lucha política.
La derecha “bruta y achorada”, repite los mismos argumentos por décadas y desde que los comunistas la insertaron en sus catecismos políticos ante la usencia de mejores razones y en claro afán de victimizarse, bajo esa lógica casi paranoica por el cual los apristas “impiden” la realización de mítines de miles de personas, o pueden “disolver” actos políticos supuestamente multitudinarios con su sola presencia. Bajo ese mismo razonamiento, los apristas son acusados siempre, así sean muy pocos, muy jóvenes, mujeres, niños o minusválidos -por su sola militancia-, de usar violencia para “imponer” sus puntos de vista.
Más allá de las puyas y los sinsabores naturales que se producen en medio de cualquier diferencia humana, Álvarez Rodrich y Espinoza Montesinos parecen no darse cuenta de los enormes y evidentes esfuerzos que se producen en el aprismo por modernizarse, democratizarse y lograr un real y efectivo recambio generacional que los coloca en pleno siglo XXI -a pesar de sus casi nueve décadas de existencia-, con la misma vitalidad de los que se renuevan y renuevan las formas en la búsqueda de mejores formas de convivencia ciudadana.
Los defensores del congresista Sergio Tejada, deberían dedicar sus esfuerzos a buscar mejor argumentación y superar la prehistoria en la que están sumergidos porque, independientemente del espinoso tema del hijo no recocido que envuelve al “padre” de la Patria, y los supuestos ataques que este recibe por esa causa, ya le quedan muy pocos días para pasar al olvido y volverse intrascendente tras conocerse ese fiasco de informe que sin valer un solo sol, ya le va costando al país nada menos que la friolera de más de doce millones.
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