(Lo que a continuación escribo hará reflexionar a muchos. Yo recogí estos relatos para hacerlos conocer ...algún día. Leámoslos y observemos el tremendo valor que contienen. La inocencia con que los apristas desarrollaron su vida partidaria, es un ejemplo de desprendimiento que jamás se debe olvidar. ¡Ay, de aquellos que han llegado a un partido para traficarlo!... hay que conocer la tremenda fortaleza de integridad que acompañó a sus luchadores que teniéndolo todo, todo lo dejaron con la única finalidad de alcanzar la justicia social. BBV.) . Comencemos:
Es fascinante conocer lo que hacía un preso político aprista detenido en la tenebrosa isla de “El Frontón”. Es decir, conocer cómo vivían los presos políticos apristas, parte de su azarosa vida.
Tuve la oportunidad que una mañana no muy lejana me narraran algunas vivencias los políticos apristas trujillanos: Teodoro Vega González, Luis Cáceres Aguilar y Raúl López Obando, ambos, de reconocida militancia y actuación aprista.
Los tres estuvieron detenidos en la tétrica isla de “El Frontón”. Las respuestas que me dieron quedarán, cual sellos inmarcesibles, en la travesía del tiempo. Ellas son fiel testimonio de hombres viriles que sufrieron en carne propia la venganza y desesperación de otros peruanos que no comprendieron el por qué de una lucha que buscó obtener la Justicia Social y la Gran Transformación.
Los tres: Teodoro “Tololo” Vega González, Luis “El Silencioso” Cáceres Aguilar y el egregio Raúl López Obando, volverán a nuestras memorias con la misma fuerza de bondad y ternura que acompañaron a cada uno en sus actos.
Leamos lo que me dijeron:
Dijo “Tololo” Vega y Cáceres con López asentían:
“Los presos políticos, en el Frontón, allá por el año 1934, estábamos agrupados de la siguiente manera:
1) Juventud, donde destacaba el trujillano Víctor Holguín Amaya, y
2) Los Indios, que estaban formados por presos de Chuquillanqui (Lucma-La Libertad), de Apurimac y Cuzco. En este grupo sobresalía el famoso delincuente “Chueco Carrillo” quien había estado viviendo en Alto Chicama y supo defenderse de la policía haciendo uso de fusiles y pistolas que se usaron durante la Revolución de 1932. De la gente que comandaba “El Chueco” salieron importantes elementos que aportaron mucho al APRA como es el caso de Walter Rodríguez Morales quien por su destreza se enroló en un circo cuando éste visito Lucma. Walter, se encargaba de distraernos haciendo bailar a su par de perritos amaestrados. Botando fuego por la boca. Contorneándose sobre la mesa ancha y larga que usábamos los presos para comer. Vistiendo y hablando como payaso. Además, era taquígrafo y sacaba una hermosa revista en el Frontón. Cuando salió en libertad quedó de empleado en el Concejo Provincial de Trujillo. Murió en esta ciudad completamente solo.
Nosotros no olvidábamos a nuestros compañeros dicen Vega y Cáceres. Cuando un aprista llegaba preso al Frontón se le reinscribía inmediatamente, se le matriculaba el la Universidad Popular Manuel González Prada (U.P.G.P), donde escuchaba clases todas las mañanas. Participaba del almuerzo y luego en las tardes asistía a escuchar los diversos Seminarios a cargo de una de las Brigadas de Propaganda, Cultura, Organización, Asistentado Social. Cada Brigada llevaba un estricto control de sus asistentes. Además, la calificación de los Seminaristas se hacía teniendo en cuenta: 1) Calidad de antecedentes apristas 2) Militancia 3) Progreso 4) Moral 5) Grado de cultura que iba alcanzando el alumno y 5) Disciplina. Todo era calificado del 1 al 20 y que deberían llegar a 100 puntos. De acuerdo a la calificación obtenida se formaba el “Cuadro de Méritos” o “Cuadro de Honor” de cada Brigada en que los 2 compañeros más calificados entraban a disputar la elección para un puesto importante.
El “COMITÉ CENTRAL APRISTA DE EL FRONTÓN”, era el que tenía a cargo el desarrollo de las principales actividades y a la vez era el representativo político en la isla. De él emanaban las órdenes y limitaciones. En 1939 este Comité estuvo a cargo de Luis Cáceres Aguilar, dice, Teodoro Vega.
Nos acostarnos a las 6 de la tarde y nos levantábamos a las 6 de la mañana, mejor dicho, retrucó Vega: “Se nos encerraba y se nos levantaba”. Sí, afirma Luis Cáceres agregando: “Cada cuadra tenía un equipo de Organización, Disciplina, Cultura, etc., de 7 a 8 de la mañana era la hora de “Extensión Cultural” donde se leían noticias nacionales, internacionales que las debatíamos bajo el mandato de “Si sabes poco, aprende; si sabes mucho, enseña”.
Lo más hermoso era festejar los cumpleaños. ¡Eso no lo pasábamos por alto! Ese día hacíamos una actuación cultural y para hacerla más interesante, colocábamos un palo debidamente atractivo que simulaba el micro donde sólo se escuchaba la voz común y corriente del locutor. Algunas veces en algunos cumpleaños retirabamos las camas de las cuadras dejando la cancha libre para realizar un festivo baile que duraba hasta las 10 u 11 de la noche aún contra la llamada de atención de la guardia o vigilantes.
También, dice Cáceres, en el Frontón, editábamos los periódicos “El Frontón” que era el informativo del Comité Central del PAP de nosotros los presos. Lo hacíamos a mano pero bellamente diagramado y contenía expresivos dibujos. Otro era “La Estrella” donde sobresalían los dibujos de “Tololo” Vega González que pertenecía a la brigada de Asistencia Social. Había otro periódico íntegramente deportivo, así como otro de la JAP. Otro periódico era editado por el grupo de apristas conocido por el grupo de los “indios” donde sobresalía el “Tuerto” Cirilo Cornejo que más tarde llegó a ser Diputado; y otro periódico que se encargaba de informar asuntos sindicales que lo dirigía Arturo Sabroso Montoya.
Las fiestas que celebrábamos los apristas, me dicen Vega y Cáceres, eran: 22 de febrero, 7 de mayo, 7 de julio, 20 de septiembre.
También realizábamos campeonatos de basket, carrera, salto alto, natación donde sobresalía Cáceres Aguilar quien dice: “El compañero Teófilo Calderón Obando, que también participó en la toma del cuartel de Trujillo en 1932, la mayoría de su prisión la pasó víctima de la artritis por lo que lo conocíamos con el sobre nombre de “El cojo” Calderón.
En las funciones de circo, y Teatro, continúan narrando, sobresalían: Walter Rodríguez Morales, Víctor Polay y un tal Ávila. José Santos Rugel, obrero natural de Talara, destacó escribiendo mucho sobre Filosofía Aprista. Entre los trujillanos destacaban: Oscar Idiáquez Ríos, Teodoro Vega González, Víctor Bustamante Moreno, Raúl López Obando, Víctor Holguín Amaya, “El Carretón” Colina, Pablo Silva Villacorta, Humberto Silva Solís.
Polay, recuerda Cáceres, acostumbraba por las noches cubrirse con una sábana, luego se paraba en la cama y lanzando gritos de terror se lanzaba a asustarnos.
Los que sobresalían en box fueron el “carretón” Colina y Raúl “Raulito” López Obando quien fuera el lugar teniente de nuestro hermano Manuel Arévalo Cáceres. Entre los limeños detenidos sobresalían los compañeros de la cuadra 2, Carlos García Ronceros, padre de Alan García Pérez, José “Chancaca” García Ronceros quien más tarde llegó a ser famoso publicista y Roberto Martínez Merizalde.
Allí en El Frontón recordábamos momentos vividos en Trujillo y venía a nuestra memoria el rostro del Jefe del Servicio de Inteligencia, en Trujillo, un tal Jorge Cole quien siempre anduvo acompañado del teniente Palacios a quien los apristas lo conocíamos como “El Tuerto”.
También, el rostro del traidor Salomón Arancibia, talabartero que nos traicionó en la Revolución de 1932.
Nuestras queridas Bases o escondites de combate que estuvieron situadas en la Alameda de Mansiche, en el Jr. Unión en casa del c. Andrés Yafac, otra que quedaba por la línea del ferrocarril que salía a Laredo, otra que quedaba en la 2da. Puerta de la calle Zepita que era una casa de 2 pisos frente a la iglesia Santa Ana y que estaba al mando del c. Medina que era escribano.
También recordaron que fue el c. Agustín Haya de la Torre quien le puso al c. Luis Cáceres Aguilar el sobrenombre de “El Silencioso”.
De cómo el joven Víctor Holguín Amaya quien cayó preso junto a Raúl López y Cáceres Aguilar el mismo día que se produjo la captura de Manuel Arévalo, salido de El Frontón se fue a vivir a Huancayo, luego pasó a Lima y el año 1988 regresó a Trujillo para despedirse de todos sus amigos y compañeros entre ellos Luis Cáceres Aguilar, Teodoro Vega. Fuimos a la misma casa donde cayó Manuel (Manuel Arévalo) y allí, Holguín, con el rostro taciturno y los ojos a punto de llorar, se despidió para siempre de Trujillo como también de toda actividad política, por la edad avanzada.
Por la iglesia Santa Ana, recuerda Teodoro Vega, al comenzar la siguiente cuadra, en la primera casa, como quien viene a la alameda Mansiche, vivía la compañera Eufrosina Alva, quien era telefonista en Cartavio pero por aprista la despidieron. Aquí, en la casa de la compañera Alva, los apristas dejábamos los mensajes. La c. Alva que se dedicaba a la costura, dejaba las telas e iba a la casa del c. Ricardo Silva que vivía en la 2da. Puerta de la Av. Mansiche y éste, cruzando la pampa que había tras de su casa, se dirigía a entregar el mensaje a Manuel Arévalo quien siempre lo recibía por la puerta falsa.
Raúl López Obando, nos dice: “Nuestras cuadras quedaban frente al mar. Frente a los horizontes del Callao y Lima, de noche, se veían las fugaces luces de los carros y semáforos de las torres limeñas. A las diez u once de la noche, el cornetero tocaba el silencio. La corneta parecía llorar su “ta..tara..ta..ta…ta..tara…ra…, era lo hora de dormir y era la hora que empezaban los silbatos de los centinelas, los silbatos de las noches de brujas, de las noches lúgubres, donde los quejidos de los castigados y enfermos se ahogaban en el rumor de las olas.
“Muchos compañeros no dormían hasta las horas de la madrugada. Se agolpaban en la puerta de su celda para contemplar la noche y depositar en ella sus mil pensamientos… ¡Las noche de Luna!, ¡Por qué las iba a perder yo! ¡Jamás!, relata López y dice nostálgico: Cuando en el cielo la luna comenzaba a dibujarse plateada y radiante, ya estábamos parados junto a las rejas para contemplar su salida.
“En efecto, ahí estaba la luna, amarilla y redonda elevándose sobre el horizonte limeño. Y en el mar ya no se veían las extrañas lucecillas que causaban los pescados al saltar entre las blancas espumas del agua marina. Ahora era un puente plateado y brillante del rielar del agua y la luna.
“Muchos soñábamos navegando por aquel rielar pero los que tuvieron oportunidad de hacerlo, cayeron en el fracaso de las aventuras y pasaron a la gloria de los mártires. Pero ¿Quién los recuerda? Allí están las almas del trujillano Eduardo Bejar, del chino Black, de Huber Bendezú y del arequipeño Lino Muñoz… con la luna se iban nuestros pensamientos y volvíamos al sueño de las esperanzas de que algún día saldríamos para erguir de nuevo nuestros puños y decirle al enemigo que jamás nos vencerá”.
Así terminó el relato de tres grandes apristas que ahora descansan en el cielo junto a otros amigos y compañeros, confiados de que alguien, algún día, ha de conseguir la esperanza que forjaron con su dolor.
Trujillo, 20 de Abril del 2014
1 comentarios:
Hola a quien pueda leer este comentario; quiero agradecer a los autores de este artículo; mi nombre es Roberto Holguín Legoas, de ocupación Ingeniero Mecánico Electricista, natural de Huancayo; me enorgullezco en decir que soy el hijo menor de Don Víctor Holguín Amaya. Gracias a mi Sr. Padre tuve la enorme suerte de haber conocido a pesonajes como Don Ramiro Prialé. Mi Padre tuvo un hermano que también vivió en Huancayo (Carlos Holguín Amaya), en esa ciudad Don Víctor estuvo viviendo con su Esposa Doña Victoria Legoas Calderón (Mi Madre y gran amor de su vida), mi hermana Nora y quien suscribe este comentario. Vivimos hasta el año 1977 en que nos trasladamos a Lima; debo aclarar que luego del año 1988, para ser exacto en el año 1993 mi Padre regresó a la ciudad de Trujillo, aunque la circunstancia no fue feliz, pues unos malos parientes se apropiaron ilícitamente de unos inmuebles ocupándolos en su totalidad sin respetar la parte que correspondía a Don Víctor y a su familia, así como una Chacra en Santiago de Cao.
Luego de ello, pasó los demás años de su vida en Lima al lado de su Familia. Don Víctor falleció en el año 2004; mi hermana y mi persona estuvimos en un homenaje póstumo que se le hizo en el local del Partido Aprista en Miraflores. Posteriormente, en el año 2017 falleció Victoria Legoas Calderón.
En cuanto a mí, muy agradecido por esta nota, soy casado, tuve la alegría de que mi Padre estuviera en mi matrimonio, tengo un hijo de quien Don Víctor se hubiera enorgullecido enormemente.
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