Ahora se ve claro. La guerra desatada desde inicios del gobierno contra la oposición, vale decir el Apra y el fujimorismo, y en menor medida contra Castañeda Lossio, tenía un propósito: aniquilar o minimizar sus posibilidades políticas y dejar el campo abierto del poder total para consagrar la impunidad de sus acciones, destinadas ellas a cumplir dos fines específicos: riqueza y poder.
Autoconceptuados como “pareja presidencial”, término monárquico inaceptable en una república, se creyeron Casa Real y optaron por conducirse como una Corte, Rey y Reina, consejeros, pajes y bufones. El plan era sin duda la reelección al estilo kirchnerista, basados en la supuesta inconstitucionalidad de la norma electoral argumentada por sus juristas-bufones. Dinero a raudales para garantizar una campaña en regla, previa inhabilitación de Alan García y del Apra. Al fujimorismo tenían que golpearlo pero dejarlo vivo, al fin y al cabo sirve para ganar una segunda vuelta.
Pero todo les salió mal por dárselas de superestrategas. Hoy para inhabilitar a Alan García solo les queda la estupidez de decir que “no es doctor”, grita alharaquienta de quienes ni siquiera tienen secundaria completa. Ochenta mil abogados y 60 mil médicos a quienes la población les dice “doctor” sin serlo van a soltar la carcajada del año. Eso nomás les queda. Han caído en el completo ridículo y, como muchas monarquías, han quedado al desnudo y dejando traslucir sus miserias y mezquindades
0 comentarios:
Publicar un comentario