Alan García (Foto: La República / Luis Enrique Saldaña) |
Ex presidente de la República en los periodos 1985-1990 y 2006-2011. Presidente del Partido Aprista Peruano. Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con estudios en sociología. Director del Instituto de Gobierno y Gestión Pública de la USMP.
Por Emilio Camacho
Foto: Luis Enrique Saldaña
Foto: Luis Enrique Saldaña
Fuente: DIARIO LA REPUBLICA - Revista Domingo
Es viernes de comisión política para los líderes del Apra. Los rostros conocidos de los no tan jóvenes dirigentes de este partido aparecen de a pocos en el segundo piso del Instituto de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad San Martín de Porres, donde el líder del aprismo, Alan García, tiene su oficina. Jorge del Castillo, más delgado de lo esperado, luce sereno. Mercedes Cabanillas apura el paso porque llega con unos minutos de retraso. Luis Gonzales Posada y Omar Quesada se gastan algunas bromas. Pero el que más sonríe es Alan García. “Con la sonrisa que no le gusta a mis enemigos”, dice. El Pleno del Congreso acaba de aprobar tres informes de la megacomisión que lo investiga. No encontraron irregularidades en sus cuentas personales. Eso lo satisface. Por eso dice -mientras fuma un cigarrillo- que está tranquilo. Luego vuelve a sonreír. Con el mismo gesto estudiado de siempre.
Empecemos con algo personal, ¿cuál ha sido el momento de su vida en el que usted ha sentido mayor riesgo físico?
El 5 de abril de 1992. Yo había sido presidente de un país asolado por Sendero Luminoso. Había caminado por las calles de Ayacucho imprudentemente, sin embargo no sentí el riesgo físico que uno siente ante el propio Estado, cuando se vuelve terrorista, cuando utiliza su inmensa fuerza en contra de personas, en contra de instituciones. Y allí, corriendo por los techos de las casas vecinas, sí sentí que podía ser víctima de un atentado, de un asesinato. Y esas eran las posibilidades, como lo explicó después la esposa de Alberto Fujimori.
Yo le preguntaba por el momento en que su vida corrió mayor peligro porque, coincidemente, lo veía reflejado en el Alan García de su novela El mundo de Maquiavelo, este personaje que la noche del 5 de abril ve rodeada su casa de militares y debe tomar una decisión: o abrirse paso a tiros con las dos pistolas y la escopeta que había en su casa, o salvar la vida y escapar por las azoteas, ¿usted, el Alan García real, tuvo que tomar la misma decisión?
Sí. Hechos los cálculos de posibilidad y sobrevivencia era imposible enfrentar en la oscuridad a dos tanquetas y 200 hombres del ejército...
...Acompañado sólo por Jorge del Castillo.
Sólo estaba conmigo Jorge del Castillo y su lealtad, sin ningún arma. Y de hecho, recuerdo que La República fue el único medio que publicó la foto de mi casa, sitiada por los militares, al día siguiente. Esa madrugada todo fue sorpresivo. Comprendí que lo mejor era preservar la vida.
Me dice que no había armas en su casa, ¿esa es la diferencia con la novela?
No, Jorge es el que no tenía armas. Yo tenía dos pistolas, con sus licencias legítimas, y una escopeta de caza, de balines. Además tenía unos fusiles inutilizados que el ejército me había entregado, pero no funcionaban, eran como de museo.
¿Usted sabe disparar? ¿Es buen tirador?
Mantengo buena puntería, aunque no parece.
¿Sí?
Sí, pero jamás he disparado contra personas.
¿Su padre sabía disparar armas?
No, mi padre era un político puro, incapaz de hacer daño a nadie ni de tener algo que le permitiera hacer daño a alguien. Él fue capturado por la policía muchas veces y siempre sin armas. Estuvo ocho años en prisión.
Hay algo que también me llama la atención de su novela. El 5 de abril, el Apra sufre una conmoción, ve que su líder ha desaparecido y cada quien trata de ayudar como puede. En ese momento, un diputado y un alcalde de su partido, los dos del norte, acuden a un chamán para invocar a los espíritus para que lo protejan. ¿Eso ocurrió realmente?
¡Eso es totalmente cierto! Sí ocurrió. La novela cuenta varias cosas, y básicamente todas son ciertas. Antes que el Parlamento votara la acusación en mi contra, que la Corte Suprema desechó; en su desesperación, un compañero del norte se apareció con un famoso curandero. Y yo no podía negarme a su buena voluntad, era su creencia, su fe. Entonces hicieron una ceremonia antes del golpe. Yo, como soy católico, no creía en el tema, pero confiaba en la buena voluntad de este compañero. Y lo que pasó fue que la Suprema, en dos instancias, rechazó la acusación.
¿Quién era el diputado de los chamanes?
Quizá él se lo diga. Quizá él lo llame por teléfono.
Hablemos de la reedición de sus libros. En el prólogo, que leyó el día de la presentación, usted se refirió a la Constitución del 79. Y lo que dice es que esta carta fue producto de una negociación en la que se impuso el carácter estatista del régimen militar y que aceptar esas condiciones fue un error de los partidos que participaron en la Constituyente. ¿No está siendo injusto con el Apra histórica? El propio Víctor Raúl Haya de la Torre, en su lecho de enfermo, firmó esa Constitución, ¿ahora resulta que todo fue un error?
No, no. El error fue aceptar esas condiciones. Ahora, una vez aceptadas esa condiciones se hizo una Constitución que en su aspecto democrático era mucho mejor que la actual. Le cuento algo, yo llegué de Francia cuando faltaban tres años para el fin del gobierno militar, el país estaba polarizado, había una crisis económica muy grande, y recuerdo que el 19 de julio de 1977 -un mes después de haber vuelto- se produjo una huelga impresionante, el movimiento social más concertado y democrático que he visto en el Perú. Ni las moscas circulaban. Pensé -con una mentalidad muy parisina- “aquí se ha producido un hecho social sin precedentes”. Y me fui inmediatamente a la Villa Mercedes, donde Víctor Raúl. Allí traté de convencer a los compañeros del partido. “Los militares han sido depuestos por el pueblo. Hay que decirles: Se van en el día, sin condiciones. Nómbrese un gobierno momentáneo que convoque a elecciones y adelante”, esa era mi tesis. Pero a la misma hora llegó el mensaje de que los militares habían convocado una Asamblea Constituyente y primó ese concepto. Lo consideraron más realista. A mi me pareció negativo eso. Permitió que se quedaran tres años más.
Usted me dice que los partidos aceptaron este condicionamiento de los militares...
...Que habían establecido que la Constituyente era para consagrar sus reformas.
Pero no es lo que se ve, por ejemplo, en el discurso de Haya de la Torre al asumir la presidencia de la Constituyente. Él habla de que tienen plenas libertades...
Hay libertad democrática. El primer capítulo (de la Constitución), el de los derechos ciudadanos, políticos y humanos es un ejemplo de libertades.
¿Y la parte económica no?
La parte económica no. ¿Por qué? La idea de que el Estado tiene múltiples capacidades venía de una época distinta, y además de un proceso de endeudamiento extraordinario. Con esa perspectiva se decía: el gobierno puede hacer todas las cosas, mantener sus empresas públicas, conceder unos derechos extraordinarios, proteger la industria, etc, etc. Sin ser conscientes de eso, mantuvimos el concepto de Estado superpoderoso, y de ciertos colectivismos agrarios que no beneficiaron al campesino.
¿Víctor Raúl Haya de la Torre se equivocó al aceptar los condicionamientos económicos del gobierno militar?
Yo pienso que era el momento, no se tomó conciencia de que el mundo había cambiado brutalmente. De la fase expansiva del crédito mundial se pasó a la fase contractiva. A Belaunde, en los 80, le tocó la obligación de pagar una deuda enorme, no podía acceder a ningún crédito nuevo. A mi gobierno también le pasó lo mismo. Era la crisis de la deuda.
No me respondió, ¿se equivocó el máximo líder de su partido?
Yo no voy a usar los términos que usted utiliza.
Hay una cosa que me sorprende. Si a usted le parecía que la Constitución del 79 recogía el espíritu estatista de los militares, ¿por qué ofreció restituirla en el 2006?
No. El tema era, como se había hecho en el gobierno de Toledo, restituir la Constitución pero cambiándole todos los capítulos, que ese fue el proyecto que se hizo bajo la dirección de (Henry) Pease. Usted lo que hace es cumplir con el país diciendo: La Constitución del 93 que emanó de un golpe de Estado es una Constitución írrita, que no tiene legalidad, por consiguiente volvamos a la anterior, pero todo aquello que ha cambiado en el mundo hay que recogerlo en el nuevo concepto.
Otra cosa que me llama la atención del prólogo de sus libros es cuando dice que las cifras del “milagroso crecimiento económico” fujimorista fueron fraguadas. Es interesante eso. Al fujimorismo se le acusa de hacer un gobierno corrupto, de violar derechos humanos, pero hay una suerte de consenso en que trajeron estabilidad económica. Usted cuestiona eso, ¿por qué? ¿Es un argumento que usará en campaña?
No, no cuestiono, en medio de todo lo que significó el fujimorismo golpista, que se intentaran adecuar al nuevo mundo y a lo que ahora llamamos globalización. Pero, si bien eso tuvo un impacto positivo en la producción nacional, las cifras (de crecimiento) que ellos presentaron...
¿No eran reales?
Busque usted los comentarios de los ministros del doctor Paniagua y de la comisión que revisó todas las cifras. Tuvieron que desandar el camino y quitarle dos puntos a todas esas cifras. Eso es histórico. Estuvo en todos los periódicos, incluida La República.
De acuerdo. Yo no estoy en contra de la afirmación, sólo me interesa el momento que ha escogido para recordar esto...
Pero no tiene ninguna razón electorera, simplemente corresponde a la narrativa de la evolución de los últimos 36 años en el país. En el 2001 nos encontramos, Silva Ruete dixit, que lo que aparecía como un milagroso crecimiento había sido maquillado.
Ahora que recuerdo, no es la primera vez que usted señala los efectos negativos que tuvo el fujimorismo en la economía, ya lo hizo en Contra el Temor Económico...
...Y previamente en un texto que se llama La Falsa Modernidad, publicado en 1996, en un capítulo que llamé con un poco de presunción 'Siete tesis equivocadas del monetarismo sobre el Perú'.
Qué extraño que usted sea presuntuoso.
Es que hay muchas cosas que extraen de mi porque no me conocen (se ríe).
Ahora, yo le decía que usted ya había hecho un señalamiento en materia económica al fujimorismo en Contra el temor económico. En una parte de este libro usted identifica a los dos regímenes que han afectado más a nuestra economía: el gobierno militar y el fujimorato. Lo que quiero saber es por qué no incluye a su primer gobierno.
No, yo creo que usted se equivoca, yo no he usado esos términos. Yo digo que el modelo militar fue un modelo equivocado totalmente, a destiempo, es como el modelo chavista de este tiempo. Y que la situación para los dos gobiernos posteriores, con una deuda que se había multiplicado, con un terrorismo que había nacido en el gobierno militar, más la crisis del Niño de 1983, fue dramática. Yo jamás niego -en mi perspectiva muy autocrítica y transparente, porque ya tengo demasiados años en la política para estar ocultando cosas- que en mi primer gobierno hubo exceso de voluntarismo...
La frase que usted usa es: “Los gobiernos civiles tuvieron la gran oportunidad de demostrar al país cuan negativo era el estatismo”. Sin embargo, no hicieron nada.
Por una razón. Porque esa negociación de la Constituyente le dio impunidad a los actores militares de la antidemocracia.
Esa Constituyente que usted y el Apra ratificaron
De acuerdo pues. Fue un error. Nos equivocamos los civiles. Yo no digo este o aquel, fuimos los civiles en conjunto, todos los partidos.
Ha dicho que este gobierno, por su manejo ligero de la economía, con cifras de 2.35 de crecimiento el 2014, es el quinquenio perdido. Si esto es así, su primer gobierno con cifras de crecimiento de -12 en 1989 y -9 en 1988, ¿cómo debería llamarse?
Si el señor Humala sufriera un terrorismo de ocho mil hombres armados, o una deuda aplastante, equivalente a la totalidad del producto bruto, tendría argumentos para decir: por esto el Perú no anda bien. Pero el señor Humala recibió un país ordenado, con un fondo de estabilización de 15 mil millones y crecimiento de 8% anual.
Aceptará que este gobierno tiene complicaciones porque ha caído el precio de los metales.
El precio de los metales está más alto aún de lo que estaba al inicio de mi gobierno. Y que haya subido y luego baje no significa que las empresas estén perdiendo dinero, porque sus costos de producción son menores que el precio al que siguen vendiendo. Que hubo un hipo de precios, que naturalmente tiene que bajar, porque así son los ciclos mundiales, no significa que no se hubiera podido impulsar nuevas inversiones.
¿Desde cuando es usted un creyente del libre mercado?
No, yo no soy un creyente del libre mercado. Usted pone unas lápidas que no me gustan. No estoy de acuerdo con eso. Yo soy un aprista. Por consiguiente creo que el libre mercado es uno de los instrumentos de una economía globalizada y abierta como la del mundo.
A ver. Hagamos de cuenta que me he equivocado. ¿Desde cuándo cree usted en la inversión privada?
Digamos que con mucha más fuerza después que vi el mundo transformado, tras la caída del Muro de Berlín, y la extensión de lo que llamamos mercado global, donde usted no puede encerrarse en un país y defender su industria con aranceles altos, obligando a sus consumidores a pagar altos precios por productos malos.
De acuerdo. A donde voy es que usted en la campaña del 2006 llevaba a las provincias un discurso anti inversión que parecía el Ollanta Humala de polo rojo.
¿Anti inversión? A ver, recuérdeme usted un discurso mío anti inversión.
Acá tengo uno.
Le pongo en una tablet un discurso que dio en Ayabaca en la campaña del 2006
(http://bit.ly/1b5Ywhh. Del minuto 4.32 al minuto 5.57), en el que dice lo siguiente: “Estos derechistas que sólo piensan en el libre mercado, es decir en la inversión internacional y en la ley del más fuerte, del que tiene dinero. A eso llaman libre mercado. Y ellos dicen que cuando venga el capital internacional, el Perú se va a desarrollar. Y yo les respondo: No es cierto. Hace 16 años se viene ensayando esa receta y no funciona. Por una razón fundamental. Porque cuando viene una empresa minera tiene que traer cientos o miles de millones de dólares para hacer su inversión, pero sólo crea algunos empleos. La minería es lo que menos empleo da. Y no es que yo esté en contra de la minería”.
Sí. Lo recuerdo. Lo que digo allí es que han priorizado la gran inversión minera que no da trabajo.
Allí también habla de la inversión internacional
Está bien. Y lo ratifico.
Explíqueme eso.
El fanatismo de creer sólo en el libre mercado me alejaría del Apra. Nosotros debemos tener instrumentos que limiten el abuso del muy poderoso, uno de ellos es la reglamentación estatal, sin matar la gallina de los huevos de oro. Y otro es el mercado, dejar entrar más empresas para que compitan. A mí me parece todo muy claro. ¿O usted ha inventado otra forma de hacer economía?
No, no pretendo hacerlo. A donde voy es que en este video hay un hombre en campaña, que cuestiona la gran inversión, pero que dos años después escribe un artículo, el del Perro del Hortelano, en que la defiende...
El título es de El Comercio, debo decirlo.
¿No fue suyo? Era muy hiriente ese título.
No, no. Allí hay una licencia poética periodística porque en uno de los párrafos se menciona al perro del hortelano.
¿Usted mandó sin título esa columna?
No, el título era algo así como 'Los obstáculos a la inversión en el Perú'. Pero yo no retrocedo en lo que dije allí, en el sentido de que afirmé que el primer perro del hortelano en el Perú es el Estado. Y lo ratifico.
¿Reconoce haber mentido alguna vez en campaña?
No, mentido no.
Ha escrito cinco libros después de salir de Palacio.
Ya son seis.
¿Alguna vez ha sucumbido a la tentación de que alguien escriba un libro por usted?
Jamás.
En la presentación de sus libros, su gran amigo, el embajador José Antonio García Belaunde le recomendó escribir sus memorias, ¿le va hacer caso?
Yo, en el prólogo de mis libros, digo que todo político debe escribir sus memorias para dejar una enseñanza, de aquello en lo que acertó y en lo que se equivocó. Y la ilación de todos los libros presentados es el archivo a partir del cual hacer las memorias. Obviamente, yo tengo memorias desde mucho antes. Del año 62, cuando conocí a Haya de la Torre. Del 69, cuando comencé a coexistir junto a él y al partido.
¿Entonces va a escribir sus memorias?
Pues eso depende.
¿De quién depende? ¿Del señor Jaime Carbajal (su editor)?
Bueno (se ríe), sí, depende que haya alguien dispuesto a pagar por ellas. Ese es un trabajo, de unos cuatro o cinco tomos, como las memorias de Luis Alberto (Sánchez). Pero sí, no me gustaría terminar mi vida sin explicarla.
Hay una leyenda urbana sobre sus libros. Dicen que hay uno más, uno que escribió en 1994, que se llama Contra la dictadura.
Está en la colección. Está allí.
Pero no lo he visto en el índice.
Están los artículos que formaban parte de él. Este no era un libro estructurado, sino una selección de artículos.
¿Este es el libro que dedicó a Agustín Mantilla?
A Agustín Mantilla en 1992, porque él había sido capturado por el ejército. Era un libro con artículos de circunstancia, de resistencia, para responder al golpe.
Es curioso que le haya dedicado un libro a Mantilla, pensando en lo que pasó después.
¿Y quién podía saber eso? ¿Quién sabe lo que usted será después? Usted podría ser con los años alguien terrible.
Ojalá que no.
Ojalá que no, pues, ojalá. Hay que confiar en la gente hasta que ocurra un hecho flagrante.
Estaba recordando una declaración que usted dio en 2009, en la Reunión Anual del Instituto de Finanzas Internacionales, en Lima, en la que dijo que la sociedad peruana era triste y derrotista. Ha sido dos veces presidente del país, ¿qué se siente haber gobernado un país al que considera triste y derrotista?
Y que consideran los arqueólogos y antropólogos, y los estudiosos de la cultura. No me adjudique eso a mi.
Usted fue el que dio esa declaración.
Nosotros, como andinos y cholos, y yo lo soy casi en mi integridad, tendemos más a la tristeza y a la cercanía maternal, a diferencia de la población de la ribera atlántica de Brasil, que tiene problemas inmensos y miserias mucho mayores, pero que con su ritmo y su fútbol viven entusiastas. Pero nosotros somos así, y también lo digo por mi.
¿Usted es melancólico?
Melancólico, sí. Como cualquier peruano.
En esa declaración usted hablaba de la procedencia territorial de las personas, pero también de la cosa racial, hablaba del componente negro de los brasileños y de la mezcla de español que tienen los colombianos.
Sí, claro.
¿En verdad cree que el componente racial determina la felicidad de las personas?
A ver, quiénes nos imparten sus ritmos de reggaetón y rap que han invadido Estados Unidos: las personas afroamericanas. Y cuando eso se mezcla con el sol de Brasil, hay una tendencia a la felicidad. Eso se llama luminoterapia, ¿sabe? No soy yo. Unánue también escribió, para que lo sepa, que esta densa neblina de Lima nos oprime. Y Luis Alberto (Sánchez), al analizar la historia de la literatura peruana, encontró que en la cordillera, al no tener horizonte, y al ver las quebradas y los cerros, uno detrás de otro, las personas tienden a la melancolía.
Ya que hablamos de emociones. Yo sospecho que los momentos más duros de su vida han sido la muerte de Haya de la Torre y la de su padre. Pero me preguntaba cuál ha sido el momento más triste para usted en su segundo mandato.
Ese momento fue Bagua. Estábamos junto con Yehude Simon en un helicóptero y de pronto le comunicaron a él que habían nueve policías muertos. Hasta que aterrizamos no tuvimos otra forma de saber qué estaba pasando.
Vamos a ir a Bagua en un momento, pero antes quería hablar de un tema personal. Un momento triste también debió ser la muerte de su hermano, en 2008.
Sí, lo fue, pero eso fue producto de una enfermedad. Él tenía cáncer, y después de dos años lo vi extinguirse poco a poco. Y lo peor que no había esperanza, por el tipo de cáncer que tuvo.
¿Era muy cercano a su hermano?
Hubiera querido ser más cercano.
¿Qué impedía esa cercanía?
Nada. Teníamos psicologías diferentes, estudios diferentes, la vida me llevó por otros lugares y no pudimos estar juntos.
Veamos, usted es un entusiasta de los logros de su segundo mandato. ¿Cuál es el máximo logro de su gobierno en materia de seguridad ciudadana?
Yo diré que en ese caso hay que razonar por el demérito de otros. Diré que hoy, según los datos del INEI, que usted puede revisar, hay 60% más de delitos. Quiere decir que de alguna manera en mi gestión había una sensación de seguridad y una sensación de menor delincuencia.
De acuerdo. Pero también hay que recordar que en su gestión ocurrió la peor masacre de policías de los últimos años.
Eso fue dramático. Pero eso fue un asesinato premeditado, a mi no me vengan con cuentos, de que ese era un hecho social. Yo no creo que los campesinos per se embosquen a unos policías que entregan sus armas y que los maten ipso facto, y que en la tarde degüellen a otros ocho en la estación de bombeo.
A ver. Yo también pienso que quienes atacaron a los policías de la Estación 6 actuaron con brutalidad y salvajismo, eso no se puede negar. Lo que no entiendo es por qué se procedió a desalojar la Curva del Diablo sabiendo que se ponía en riesgo la vida de los policías de la estación de bombeo.
Pero ese es un tema que tienen que explicar los jefes policiales, mi amigo. El presidente de la República no está para explicar eso.
¿Ah sí?
Sí, claro que sí. ¿O el director de La República responde por sus preguntas una por una? Mire, lo que le digo es lo siguiente, siempre he reconocido como error del gobierno el haber, por la bondad de algunos ministros, especialmente Yehude Simon, alargado el proceso de diálogo, permitiendo que se fuera articulando este crimen que se cometió.
¿Cuál ha sido el mejor ministro del Interior de su segundo mandato?
No me ponga usted en esa absurda situación de calificar con notas a los cinco ministros que tuvimos, porque no lo haré. Es como preguntarle a usted quién es el mejor periodista de La República.
Sí pues, y quizá yo no esté en esa respuesta.
Ya ve (se ríe)
Pero vamos, ¿no siente que cometió errores al elegir a sus ministros del Interior? Me acuerdo de uno, de Octavio Salazar. Este hombre se dedicaba a hacer conferencias para anunciar que estaba tras la pista de pishtacos, de seres inexistentes.
No, sólo hizo una conferencia sobre los pishtacos, no diga que se dedicada a eso. Gradúe usted sus términos para que sea civilizada esta conversación.
¿Pero cómo un ministro del Interior puede estar detrás de pishtacos?
Bueno eso pasó, pero es mejor eso a tener un ministro que se dedique a insultar a la gente.
Pero en verdad, ¿no ha sido un error de su mandato confiar en gente que no lo merecía? Pienso en Facundo Chinguel, abogado de un investigado por narcotráfico. Usted lo respaldó en el Congreso.
A mi me preguntaron y yo dije que me parecía un funcionario honesto, ¿y?
Que usted estaba equivocado.
Y si estaba equivocado, ¿qué? Acaso eso me convierte en cómplice.
Yo no digo eso, sólo pienso que confiaron en él.
¿Y? También podría confiar en usted, y yo no sé lo que usted hará mañana, no estoy en su corazón y su mente. Los que cometen un delito, a la cárcel y que sean sancionados, punto. La democracia es eso.
¿Diría que su gobierno fue eficaz en la lucha contra el narcotráfico?
Yo creo que mantuvo los lineamientos para contener el flagelo.
Sin embargo, esta comisión de Facundo Chinguel...
Pero usted piensa que aquí hubo narcotráfico...
Lo que digo es que aquí hubo gente liberada por recomendación de Chinguel y que luego volvió a delinquir.
¿Cuántos son? ¿Sabe usted? ¿Cuál es la proporción? ¿Por tres o cuatro negaría usted a cinco mil el derecho que tienen de indulto?
Hablemos de la Megacomisión. Dicen que usted no incluyó en sus declaraciones juradas de 2006-2001, una cuenta en París, ¿eso es correcto?
Sí, pero esa es una cuenta de cuando yo viví en París, nueve años. Y tenía 20 mil dólares. Y el fiscal lo comprobó al enviar cartas rogatorias a ese banco. Yo entregué a la fiscalía todos los informes mensuales del banco.
¿Ahora mismo tiene cuentas en el exterior?
Esa debe tener ahora 15 mil dólares, porque le van quitando dinero anualmente.
¿La Universidad San Martín de Porres le pagó un crédito hipotecario?
No me pagó nada. ¡Esa es una estupidez y una maldad! Yo con mis recursos, con lo que gano como conferencista internacional, tenía que comprar una casa. Lo único que hizo la universidad fue avalarme hasta que se diera el crédito, pero el crédito lo pagué yo. Voy a agregar algo, porque le ha faltado preguntarme por la votación de anoche (sobre los informes de la Megacomisión). Le agradezco al Parlamento por declarar que en enriquecimiento ilícito y desequilibrio patrimonial no han encontrado nada en Alan García. Estos tontos creyeron que yo tenía dinero que sale debajo de la tierra. No señor, yo he dado 82 conferencias pagadas.
Antes que terminemos. Le he preguntado si piensa que se equivocó al elegir a sus colaboradores. Eso incluye a Luis Nava, el ex secretario de la presidencia....
No, mire, lo que diga la Megacomisión sobre Nava me tiene sin cuidado, yo conozco de su honorabilidad y sé que lo que no le perdonan es que mostrara, como ex secretario de la presidencia, las facturas por 24 mil botellas de alcohol consumidas en Palacio. Ahora han a votado para que sigan las investigaciones sobre él en el Ministerio Público, y le aseguro que él saldrá absolutamente limpio.
Lo veo muy convencido de eso, ¿en verdad no le preocupa que el estudio que el fundó contratara con Odebrecht o con Petrobras?
¿Y? ¿Acaso La República no tiene avisos de Odebrecht o de Petrobras?
¿Nos está acusando de algo?
No, no los acuso de nada.
Pero Petrobras y Odebrecht tenían contratos con el Estado.
Él no tiene nada que ver con el estudio de sus hijos. Él saldrá sin mancha de esas investigaciones.
Ya una vez se equivocó, con Facundo Chinguel
No, no. No confunda los temas.
Hace unos años le pregunté por qué no aparecían más Alan Garcías en el Apra, por qué no hay más jóvenes treintañeros de su partido que postulen a cargos públicos, quiero invertir la pregunta, ¿El Apra tiene alguna posibilidad electoral sin usted como candidato?
Sí claro. Absolutamente. Yo estoy convencido de que si Mauricio Mulder postula tendría una importante posibilidad electoral, o Javier Velásquez, o Enrique Cornejo. Yo no sé porqué creen que todo se agota en mi.
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