Por Alan Rivera Prieto
Incahuasi, septiembre 27 de 2019.
Nuevamente hicieron el ridículo, la calle no los respaldó. Está claro, muy claro, que "el pueblo" NO respalda la majadera insistencia del adelanto de elecciones.
Para nadie es un secreto que el Gobierno de Martín Vizcarra está controlado, desde el primer día, por una cofradía izquierdista caviar, progre y neo comunista infiltrada en varias instituciones tutelares del país y camuflada en varias ONG's que en realidad son frentes de fachada politicos, centros de ejecución de la estrategia global neomarxista en su objetivo por tomar el poder.
¿Y para qué quieren tomar el poder?
En su lenguaje, para "construir una sociedad justa sin explotadores ni explotados. Una sociedad sin clases" es decir, el sueño socialista/comunista. Un experimento que —nunca está demás subrayarlo— no ha funcionado bajo ninguna variante y en ningún país del mundo, desde que la revolución bolchevique inició en octubre de 1917 SU visión e interpretación del pensamiento de Karl Marx, iniciando así el sinuoso camino del marxismo, que a través de los años ha pasado por diversas interpretaciones y diferentes formas de ser aplicado en varios países. Todas esas formas, siempre han resultado un fracaso absoluto y sus principales características han sido dos: 1. Gobiernos autocráticos (o sencillamente dictaduras) y 2. Pobreza económica extrema para sus pueblos.
Los izquierdistas extremos, ya sean caviares, progres, neocomunistas o comunistas reciclados, no creen en la democracia, sencillamente no son demócratas, sino que la democracia es para ellos sólo un medio para conquistar el poder, cuando la violencia de la Lucha de Clases no logra abrirle esas puertas.
Por eso es que, cuando se les deja avanzar, ellos avanzan y a su paso siempre irán destruyendo las instituciones que constituyen —desde que en 1748 Montesquieu publicara su obra maestra "Del espíritu de las leyes"— los ejes de toda democracia verdadera: la libertad y el equilibrio de poderes.
Dicho esto, cabe resaltar que desde la caída del régimen autoritario, tramposo y cleptocrático de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, la izquierda criolla peruana (variopinta pero siempre hipócrita y medularmente inepta para gobernar) ha tenido cuotas de poder de forma creciente. Tuvieron poder en un importante porcentaje desde el gobierno de Toledo, sobrevivieron muchos durante el gobierno de Alan García y lo tienen desde el gobierno de Humala hasta hoy.
Pero claro, para todo izquierdista criollo peruano (Caviar, Progre, Comunista y/o Comunista reciclado) nunca es suficiente: ellos siempre quieren más y más poder. Y no importa que sea a costa de destruir la democracia, o mejor aún, destruyéndola, porque sencillamente ellos NO SON demócratas: no creen ni en la libertad, ni en el equilibrio de poderes.
Por eso es que bajo cualquier pretexto ellos siempre quieren modificar la Constitución, cambiar las reglas de juego, adocenar al pueblo, recortar libertades, uniformar la mente de todos, con el objetivo claro y evidente de quedarse eternamente en el poder. Y para cumplir con ese objetivo son capaces de usar cualquier excusa y valerse de cualquier pretexto, sin importar el daño que causen, pues para ellos el fin justifica los medios.
Esto es lo que estamos viendo desde hace meses, en la segunda etapa de este régimen, ahora bajo el presidente Martín Vizcarra: un afán terco y sostenido por tratar de romper el equilibrio de poderes, con la estrategia permanente de cuestionar y criticar al Congreso, cuya imagen es muy fácil de erosionar, gracias al bajo nivel de muchos congresistas, los escándalos que algunos protagonizan, no pocos casos de corrupción y a la pésima estrategia obstruccionista aplicada por el fujimorismo desde el inicio del gobierno en 2016.
En el fondo el objetivo de Vizcarra y quienes lo manejan y empujan a esta aventura antidemocrática es muy claro: adelantar las elecciones para encaramarse en el poder y empujar a una nueva Constitución, a la medida de esa izquierda que no por variopinta deje de ser la misma que ha destruido países enteros y empobrecido a millones de personas en el mundo.
Por esto es que insisten tanto con el enfrentamiento con el Congreso y en esa obsesión han terminado por evidenciar su gran debilidad y su torpeza no sólo para gobernar, sino para ejecutar su estrategia política: en su creencia ciega en que las encuestas y los medios de comunicación bajo su control son suficientes para manipular y adocenar eternamente a los peruanos, hicieron el ridículo en una conferencia de prensa donde el Premier no supo decir nada más concreto que un majadero “no nos vamos a quedar de brazos cruzados”.
Pero lo peor vino en la noche: la marcha que veladamente azuzó Salvador del Solar no sólo fue ridícula y un fracaso absoluto, sino que desnudó que a parte de las cerca de 400 personas que salieron a marchar (entre militantes de la variopinta izquierda y curiosos) ningún peruano está dispuesto a seguir tragándose el cuento del “que se vayan todos”.
Como lo escribí hace un casi dos meses, luego del mensaje del 28 de julio cuando el presidente propuso adelantar las elecciones, la salida es mucho más simple que adelantar las elecciones: que renuncie Vizcarra y que asuma la presidencia Mercedes Araoz, y que termine el régimen el 28 de julio de 2021. Con ese sólo cambio la aguas se calmarán inmediatamente. Que Mercedes Aráoz asuma la presidencia, nombre un gabinete político-técnico de ancha base, con gente de todos los sectores, un gabinete de consenso y de diálogo.
El Perú no está para experimentos, y menos para experimentos neomarxistas liderados por esa siempre inmadura izquierda criolla peruana, que no es democrática y no cree en los principios de libertad y equilibrio de poderes, que no entiende lo que hace más de dos siglos y medio dijo Montesquieu: “Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder”
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