miércoles, junio 21, 2006

La derecha sin esquina

Juan Carlos Tafur
jctafur@edno.com

El evidente alejamiento del aprismo de las tentaciones ideológicas populistas o estatistas que caracterizaron su gobierno, y su evidente conversión al modelo de las izquierdas modernas del planeta (que en verdad se siguen llamando de izquierda por pura convención), es, sin duda, una gran noticia para el Perú.
Que el único partido organizado del país haya dejado de ser una amenaza para la estabilidad macroeconómica le otorga un grado de tranquilidad superlativa a quienes temíamos que se venía sobre nuestras orillas la ola populista que recorre buena parte de América Latina.
Este hecho, sin embargo, trae consecuencias telúricas en la llamada derecha peruana. El giro del APRA le quita prácticamente todas sus banderas y encima lo hace con un rostro social que la derecha nunca ha logrado mostrar.
Hoy en día la centroderecha pasa por una crisis profunda, acrecentada por la derrota electoral, pero si sus portavoces creen que bastará con recomponer sus filas, reagruparse bajo el liderazgo de Luis Castañeda Lossio –peor ahora que el propio aludido los ha dejado tirando cintura, descartando su postulación–, cometerá un error histórico que le costará muy caro.
De no proceder a una reingeniería profunda y radical, la derecha peruana se asoma a la miniaturización o, lo que es peor, a la conversión en una colectividad itinerante, a la búsqueda de vientres de alquiler como el que en estos momentos representa el actual burgomaestre limeño, quien, además, no es precisamente un hombre ideológicamente identificado con las ideas de la agrupación a la que pertenece.
Se necesita más que un triunfo edil en Lima y algunos distritos limeños, quizás algunos provincianos, se requiere mucho más que la reconciliación de Lourdes Flores y Ántero Flores-Aráoz, o la del PPC con Rafael Rey. Eso es epidérmico.
¿Qué le queda a la derecha si no quiere convertirse en una nueva Democracia Cristiana o en un Sode, partidos pequeños, influyentes, tecnocráticos, pero electoralmente insignificantes? El único futuro posible para la derecha es hacer del liberalismo su bandera, su identidad particular.
Y eso pasa por entender, primero, que liberalismo es algo muy distinto a lo hecho en la década del fujimorato o en estos cinco años del toledismo, donde lo que ha habido es un modelo económico basado en la concesión de mercado para unos pocos, principales beneficiarios del crecimiento obtenido.
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